Luego de remover toneladas de escombros del planeta al cual llegaron, para poder construir una nueva civilización en aquella tierra arrasada por sus antiguos habitantes, los trabajadores se encontraron con una extraña sorpresa. Ahí, al fondo del agujero que afirmaría uno de los pilares sobre los cuales se asentaría la plataforma de aterrizaje de los obreros, había un esqueleto perfectamente conservado, con todos sus huesos, cubierto por ropajes negros… pero ese esqueleto… no calzaba ahí… No habían podido encontrar uno completo hasta esa ocasión, que tuviera todos los huesos en su lugar, con ropa… y su envergadura, notoriamente mayor a cualquier otro resto encontrado. Huesos gruesos y dentadura exagerada completaban el cuadro del inexplicable hallazgo.
Dentro del equipo de investigación venía una arqueóloga, quien fue llevada a revisar los restos. Grande fue su sorpresa al ver los restos, y mayor aún al intentar liberar alguno de los huesos de la mano para hacer algunas pruebas: ni con el más poderoso cortador láser fue posible lograr una astilla… Definitivamente ese esqueleto habría de permanecer entero, por lo menos hasta subirlo a una nave y llevarlo a algún centro de investigación al otro lado de la galaxia. Esa noche, los restos reposarían, por falta de espacio, en la bodega de utensilios de la arqueóloga.
La arqueóloga se sentía mal. Logró dormir sólo un par de horas, pero sin descansar gracias a una inusual pesadilla. Soñó que observaba la bodega de utensilios, y que de pronto al esqueleto, luego de un brusco estremecimiento, le empezaban a crecer piel, vísceras, órganos, pelo, uñas, como si hubieran quedado guardados “debajo” de los huesos. Luego de crecido el negro cabello, el esqueleto, ahora cubierto de vida, abrió sus ojos… y en ese instante despertó presa del terror.
Al poco rato, la arqueóloga escucha un golpe seco que provenía de la bodega. Sin la seguridad de estar despierta o dormida, se dio vuelta en la cama; unos segundos más tarde, sintió un nuevo golpe que parecía venir del mismo lugar. Sin demora y ahora con la certeza de la lucidez, corre armada hacia la puerta de la bodega, donde encuentra un gran charco de sangre y las vestimentas de un guardia… en ese instante, alguien respira detrás de ella, en su cuello. Al girar, un par de ojos verdes atraviesan su mirada y espantan cualquier atisbo de reacción.
- Qué bien, el postre llegó sin que lo pidiera…