Un disparo suena a mediodía. Mientras el proyectil calibre .44 sale del revólver e inicia su fatídico camino, su mente, en microsegundos, inicia el último vuelo…
Primero viaja a su infancia en el barrio más pobre de la ciudad: descalzo, usando cualquier cosa como pelota para matar las tardes de aburrimiento y abandono. Vivía de la calle, de lo que mendigaba, hasta que su primer gran día llegó. Un hombre en un auto le regaló una pelota de verdad, y comida, por entregar una bolsa. Feliz y agradecido, cada vez que el auto aparecía se acercaba a ayudar desinteresadamente: y por cada bolsa que entregaba, más regalos recibía…
Ahora aparece en su adolescencia. Luego de años de hacer “entregas”, primero de “mercadería” y más tarde de dinero, el hombre del auto le pidió un favor mayor: debían quitarle mercadería a sus rivales. Por precaución, sólo por precaución, debía llevar un arma que él mismo le había entregado. Esa calurosa noche de verano los nervios y el alcohol lo traicionaron, y terminó con la primera muerte por su mano. Al día siguiente, y frente a la casa donde estaba la pieza que arrendaba, le dejaron un auto…
Ahora vuela a sus 18 años. Mucha mercadería repartida, mucho dinero y sangre corren por sus manos. El hombre del auto deja toda la acción en sus manos, pues ha demostrado ser de confianza. Los negocios, bajo su férrea vigilancia, presentan menos fugas y más envidias. Ya había muerto a dos de los suyos, al sorprenderlos alivianando los paquetes…
Llega su cumpleaños 21. Ya ha logrado mucho: 2 casas, autos de lujo, joyas, ropa, perfumes, mujeres. Sin que nadie se diera cuenta hacía pequeños, mínimos recortes (de preferencia en las quitadas) que con los meses reportaban grandes ganancias. Ahora tenía su negocio paralelo, que ya daba jugosos frutos. Ese día, el hombre del auto, aquel que lo guió en el camino de la riqueza, quería verlo para saludarlo por su cumpleaños, y darle un regalo… tal vez llegó la hora de hacerse cargo del cartel, expandirse al extranjero…
Llega al mediodía al lugar acordado, y aún no hay nadie. De pronto el mismo auto de años atrás se acerca, raudo. Por la ventana ve salir la mano del hombre del auto, con algo brillante. Un segundo después, su cabeza estalla…
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