Finas gotas de lluvia caen del cielo claramente nublado, presagiando una tarde lluviosa ideal para pasear entre los árboles de la plaza. Los días previos el calor había predominado en la ciudad; pero esa mañana amaneció nublado y tibio. Era un remanso de tranquilidad pensar en el calor acabado y en el agua por venir…
A poco de llover la temperatura baja, el aire se hace más espeso, y las gotas empiezan a tomar volumen, haciéndose nieve. Hacía más de 10 años que no nevaba, por lo cual los niños no la conocían. Era un espectáculo un domingo en la tarde con todos los pequeños en la calle jugando con la blanca, fría y húmeda masa. Al poco rato las calles se llenan de muñecos de distintos portes y formas, adornando el paso de los pocos vehículos que circulan a esa hora.
Luego el cielo, como si buscara agradar a quienes viven bajo su amparo, se aclara aún más y la temperatura sube un poco, sin que por ello deje de caer el manto blanco sobre la tierra. Así, los pocos tímidos que quedaban en sus casas se armaron del necesario valor para salir. Bebés, ancianos en sillas de ruedas, y todas las mascotas de las casas salieron a disfrutar del espectáculo del decenio; técnicamente, era el primer espectáculo del milenio…
Mientras las parejas pasean aprovechando la excusa del frío para caminar más y más apretados, los niños buscan piedras o trozos de fruta para hacer los detalles de sus esculturas. Uno de ellos busca infructuosamente sin hallar qué usar como ojos para su muñeco. De pronto, una pequeña masa negra cae al blanco suelo. El niño intenta tomarla, pero al hacerlo siente calor y decide dejarla donde estaba. Al lado de esa, súbitamente cae otra, y otra… y luego por todos lados, entre la nieve blanca, empiezan a caer copos negros, que al contacto con la nieve la derriten.
Un grito distrae a todos del milagro ocurrido: uno de los copos cae en la cabeza de una niña, quemando su pelo y dejando ensangrentado su cuero cabelludo. A los pocos segundos, el cielo se llena de una negra y espesa nevazón, y el espacio se cubre de los gritos de quienes reciben la fatídica precipitación al arder en llamas. A la hora, ríos de sangre y restos corren calles abajo, entre la negra nieve…
.