El cadáver caminaba tranquilamente por el medio de la calle. Mientras enfilaba sus pasos hacia el cementerio, sus putrefactas carnes dejaban una estela fácil de seguir, la cual llamaba la atención de quienes no lo habían visto. No era frecuente ver un cadáver caminando por sus propios medios de vuelta al cementerio… si es que iba de vuelta; por lo menos eso pensaban quienes lo veían pasar. Y se extrañaban de no haberlo visto salir: mal que mal, abrir el ataúd bajo una buena cantidad de tierra, sacudirse de ella y salir habría llamado la atención de más de alguno. Pero recién empezaban a caer en cuenta que estaban suponiendo un retorno, que eventualmente el cadáver podría estar yendo hacia el cementerio por primera vez… ¿y cómo podría ser eso posible…?
Ajeno a todo análisis y único conocedor de su verdad, el cadáver proseguía su marcha. A esas alturas ya se había acostumbrado a las miradas de sorpresa, e inclusive había saludado a algunos que le parecían dignos de ser saludados. Ninguna preocupación lo aquejaba, ninguna prisa lo apuraba, ningún temor lo acechaba: simplemente continuaba su marcha hacia su última morada.
Lenta y gradualmente algunas personas empezaron a seguirlo. Como la curiosidad sigue siendo un poderoso imán, y como es mucho más fácil decidir actuar en grupo que aislado, al ver gente tras de él otros en el camino se sumaban al grupo. Así, al llegar al cementerio, un considerable séquito de curiosos acompañantes seguían a prudente distancia los pasos del cadáver. Pese a la curiosidad, el temor seguía siendo más poderoso: en una de esas el cadáver era un señuelo para llevar más gente a las tumbas…
Luego de recorrer todo el cementerio, una vez hubo llegado casi al fondo del recinto, el cadáver se detuvo. Frente a él estaba su tumba, abierta la fosa esperando para darle el merecido descanso; en la cabecera estaba ya su lápida instalada, labrada en un albo mármol, que no era posible de ver por los curiosos dada la ubicación del cadáver frente a ella. Pasados dos o tres minutos en que el cadáver rezó por su eterno descanso y por todos aquellos que lo rodeaban, se dio vuelta hacia quienes lo siguieron y simplemente se dejó caer de espalda. Tras de sí la tierra cayó cubriendo el agujero. Cuando el polvo residual se disipó, todos se acercaron a leer la lápida, para saber a quién habían acompañado a su descanso eterno. Ahí, en el mármol, claramente se leía con negras letras: Futuro…