Nuevamente estaba solo en el estudio de su departamento. Había terminado de hacer sus clases de matemáticas, aquellas de reforzamiento para los alumnos que corrían riesgo de repetir de curso y que hacía en su domicilio. No le gustaba andar de casa en casa dando clases de a uno, y dudaba que el instituto le prestara alguna sala gratuitamente. Además, dado que vivía solo, a nadie importunaba con dicha decisión.
Luego de contemplar por largo rato la pantalla de su computador para ver si le ofrecía algo distinto que hacer con su vida, decidió salir. Sí, salir… una decisión tan básica que no era capaz de tomar con facilidad. Su vida era tan estructurada que llegaba a ser monótona. Si ya había pasado cierta hora su mente no estaba en condiciones de decidir cambiar. La palabra “improvisar” estaba cubierta de telarañas en su diccionario…
Pero esa tarde era diferente. El grupo de alumnos recién había partido de su casa. Vio como llegaron algo tímidos, pero que luego de un rato de compartir la clase se habían llevado muy bien, a tal punto de decidir salir a bailar o tomar algo esa misma noche. Mientras revisaba su correo electrónico se preguntaba qué se sentiría salir sin motivo, sin hora de salida ni de llegada, simplemente porque sí. Y luego de leer su correo seguía absorto en la extraña decisión que había tomado: improvisar una salida.
No sabía qué hacer ni dónde ir. Sacó de su ropero un pantalón y una camisa que hacía años no usaba, calzó sus zapatillas deportivas y una chaqueta de cuero que una antigua novia le había regalado y que nunca había usado pues no era su estilo. Al salir del edificio la noche le parecía más clara de lo que había imaginado. No era el lúgubre sitio que su imaginación había pintado en su mente. Luego de caminar algunas cuadras por iluminadas calles que desconocía a esa hora, llegó a una concurrida plaza. No podía creer lo que ocurría frente a sus ojos: la plaza se veía más viva que de día, la gente más alegre, las ropas mejor cuidadas, el ambiente más cálido, los locales más engalanados. Había descubierto un nuevo mundo.
Después de mirar con cuidado eligió un pub que parecía para gente mayor, más tranquilo e iluminado que el resto. De pronto una mujer que parecía tener su edad y que estaba tras la barra se dirigió hacia su mesa; pero en vez de pedir su orden se sentó junto a él.
-Hola, linda chaqueta.
-Ehhh… hola… gracias… es… un regalo de hace unos 10 años de…
-12 años para ser exactos.
-Ehhh… ¿pero cómo podrías saber eso? porque sí, son 12 años…
-Yo te la regalé.
-Imposible, me la regaló… ¿tú?
-Sí, recuerdo perfectamente el día. Y también recuerdo cuando terminamos. ¿Te acuerdas lo que me dijiste?
-Ehhh… no, fue hace muchos años…
-Dijiste “y la porquería de chaqueta que me regalaste la voy a usar cuando me muera porque parece tenida de funeral”…
-Ehhh… cuando uno termina…bueno, dice cosas…
-Pero tú nunca mentiste.
-Parece que siempre hay una primera vez, ¿cierto?
-No, para ti no…