“Ahí viene la tonta” era una frase recurrente de escuchar cada vez que ella entraba. Era una mujer madura pero bien mantenida, que trabajaba hacía ya tres meses en la empresa de secretaria de gerencia. Lamentablemente sus capacidades no parecían estar a tono con los requerimientos del cargo; pese a ello nadie se atrevía a echarla pues parecía que tenía familiares influyentes, por lo cual le delegaron la única misión que podría cumplir sin mayores complicaciones: servir café. Su vida transcurría de reunión en reunión sirviendo café a cuanto ejecutivo llegara, sin tomar mucho en cuenta lo que ellos hablaban frente a ella o a sus espaldas.
La “tonta” era un verdadero enigma para todos. Nadie sabía si era o no casada, si tenía hijos, con quién o dónde vivía; ella era simplemente la “tonta”, la que servía café sin posibilidades de lograr nada en el mediano plazo.
Una mañana la “tonta” no llegó a trabajar, y desde ese día no reapareció. Todos echaron de menos alguien a quien explotar, a quien humillar, a quien pedir café y no tomar en cuenta. Su partida fue tan misteriosa como su llegada: nadie supo porqué se fue.
A la semana siguiente uno a uno los ejecutivos fueron desapareciendo de la empresa, tal y como había desaparecido la “tonta”: sin aviso y sin dejar rastro. Lentamente los rumores empezaron a correr por las oficinas: la “tonta” era la culpable. Cada cual tenía su interpretación: una sicópata que raptó y mató a los ejecutivos, un ánima que los llevó al más allá, un demonio que los arrastró al infierno. La incertidumbre reinaba en la empresa, en esos instantes acéfala.
El lunes de la siguiente semana la secretaria de recepción recibió una última sorpresa: una llamada telefónica de la sede central le ordenaba citar a una reunión general de todo el personal a mediodía en el auditorio del edificio corporativo. Una vez todos hubieron llegado, un joven en la cabecera les notificó que la empresa había sido entregada a una nueva gerente general, que había decidido cambiar toda la plana ejecutiva por su mal desempeño. Los ejecutivos que quedaban debían presentarse a la oficina de gerencia para definir los nuevos lineamientos de la empresa. Cuando llegaron la secretaria intentó hacerles una seña, pero ninguno la notó a tiempo. Al entrar, la “tonta” se encontraba en la testera de la mesa del directorio…