La mujer miraba a todo el mundo de reojo, estaba amenazada de muerte por alguien de su familia, o al menos eso creía. Una semana antes había tenido un sueño que le contó al día siguiente a una intérprete, quien le dijo que en una semana alguien cercano a ella acabaría con su realidad. Estaba claro, la querían matar y no sabía quién. Más encima ese día era su cumpleaños y le habían organizado una fiesta con toda la familia.
Cada vez que alguien se acercaba miraba sus gestos y sus manos: si alguno llevaba un cuchillo se alejaba, si le daban un vaso de bebida o algún trago lo rechazaba. Inclusive dudó de comer torta hasta que cuatro o cinco habían engullido sus porciones sin presentar problemas.
De pronto apareció en la fiesta su novio. Sin saludar a nadie se dirigió directamente a ella, y metió su mano derecha al bolsillo del pantalón… el maldito desgraciado era el asesino, y era poco lo que podía hacer. De pronto vio el cuchillo con el que habían cortado la torta y vio su salvación: con firmeza lo tomó y giró bruscamente, atravesando el pecho del asesino. El joven cayó al piso ya muerto por la estocada en el corazón; de su mano se deslizó la caja con el anillo de compromiso para acabar el noviazgo y empezar la nueva realidad…