La muchacha había cumplido su cometido, había engañado a todo el mundo con una pueril historia de un amigo que la visitaría para conocerla, el cóctel y la conversación que tendrían, todo para no despertar sospechas. Una vez que se deshizo de los incautos y las inoportunas, apagó todas las luces de la casa y se puso su transparente baby-doll negro. De pronto la puerta sonó: tres golpes, tal y como lo habían pactado con su furtivo amante. Abrió rápida y fugazmente la puerta, tirando hacia sí a quien golpeó la clave de acceso; al verlo por primera vez le pareció más alto que en la foto, pero no le dio mayor importancia. Sin mediar palabras lo atrajo sensualmente a sus aposentos. Allí, con la cama abierta y rodeada de pequeñas velas rosadas, se dispuso a abordar a su circunstancial hombre, tomando la iniciativa. Cuando intentó empujarlo a la cama, él resistió el movimiento y la lanzó a ella a dicha situación: al parecer esta vez ella jugaría el rol de víctima. Su amante desconocido se dejó caer sobre ella, acercando su invisible rostro a su grácil cuello. De pronto, algo raro vio aparecer en el borde del mentón de su visita: al pasar su mano, la piel del rostro de su original amante cayó sobre ella desatando un desaforado grito. Antes de sentir su cuello partido en dos, vio el rostro ensangrentado de aquel que no creyó su historia...