Mientras veía el sol aparecer por su ventana, la muchacha terminaba de planificar su venganza. Ya mucho mal le había causado su novia, y era hora de acabar con su sufrimiento. La maldita le había hecho creer que la amaba, y ahora, después de varios meses, le dijo que se había dado cuenta de su error, que ya no era lesbiana, y que la dejaría por un hombre con quien se iba a casar. Por un hombre… tal vez si la cambiara por otra lo podría entender, pero por un hombre, jamás.
Ya todo estaba listo, tenía al maldito usurpador borracho en la cama, durmiendo luego de haber bebido más de la cuenta. Tenía el cuchillo recién afilado, listo para consumar su obra. Con toda frialdad se desnudó, puso el arma en la mano del maldito y apretándola con la suya para que no se soltara, deslizó la hoja por su cuello, a sabiendas que cuando lo encontraran nadie creería que fue ella quien se degolló con su mano…