En la cómoda oscuridad de una noche de verano, el joven adolescente se dirigía a su hogar. Luego de seguir los consejos de su padre y actuar en conciencia, podía volver a su casa con la tranquilidad que da el hacer las cosas del modo correcto.
El quinceañero era hijo de un matrimonio que se había quedado en la época “new age”. Ambos progenitores vivían de trabajos remunerados como cualquiera, pero fuera del horario laboral vivían en comunión con la naturaleza y en equilibrio con la conciencia cósmica del planeta. Él era el menor de tres hermanos, y desde pequeño había sido educado de modo de racionalizar cada cosa que le ocurría y de buscar soluciones acorde a dicho raciocinio. De ese actuar había logrado nunca tener problemas en el colegio y, sin ser un alumno brillante, destacar como un líder positivo dentro de su generación. El muchacho pololeaba con una niña de su edad hacía ya medio año, y se sentía pleno dentro de lo que puede llamarse plenitud a los quince años.
Aquella tarde decidió salir a pasear hacia un barrio del que todos sus amigos hablaban como el lugar de moda para la juventud, pero al que nuca le había interesado ir. Era un barrio lleno de bares y discotecas, donde cada cual hacía lo que quería sin meterse mucho con quienes lo rodeaban; ello estaba muy lejos de lo que él conocía como entretención, pero no lo criticaba pues a nadie hacían daño. A medio andar divisa, a la entrada de una discoteca, a su mejor amigo besando apasionadamente a una joven. Cual no sería su sorpresa al acercarse y ver que la pareja de su amigo era su polola, quien le había dicho que esa noche no saldrían pues tenía un terrible dolor de cabeza…
En la cómoda oscuridad de una noche de verano, el joven adolescente se dirigía a su hogar. Luego de seguir los consejos de su padre y actuar en conciencia, podía volver a su casa con la tranquilidad que da el hacer las cosas del modo correcto. Sólo lo perturbaba no haber podido quitarse toda la sangre de sus manos, luego de matar de sendos piedrazos en la cabeza a su amigo y su polola: la muerte de ellos había sido justa, pues si ambos habían destrozado su alma, debía pagarles del mismo modo para mantener el equilibro cósmico…