Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo XIV: Descubrimiento
La bestia adolescente intentaba limpiar un poco su cabeza para entender qué había sucedido. Hasta esa última noche en el castillo de su padre llevaba una vida sin grandes sobresaltos, considerando su condición. Estaba protegido de las miradas de los intrusos. Vivía cómodo, no pasaba frío, nadie lo miraba extraño por ser diferente. Su padre se preocupaba de que nada lo alterara, lo mantenía al margen de los comentarios, y cuando empezaron a correr rumores de su existencia y condición, también se preocupó de acallarlos en la medida de lo posible. Pero desde la llegada de la mujer de cabello rojo, las cosas cambiaron un poco. Ya la preocupación no era la misma. Su presencia o ausencia casi no se notaba en el castillo, pese a que en ocasiones llegaba de modo bastante estrepitoso, más que nada para ver la reacción de los habitantes del hogar de piedra. Obviamente su padre sólo esperaba la llegada del pequeño humano para deshacerse de él. Mientras divagaba, avanzaba por un descuidado camino de tierra que estaba a la vera de un frondoso bosque. El lugar parecía bueno para cazar animales salvajes, pero no se veían humanos cerca. Al parecer tendría que modificar su dieta, o seguir recorriendo los alrededores hasta encontrar algún sitio poblado. El panorama no era muy amigable, en especial cuando empezó a arreciar el hambre. Un lobo grande le sirvió de tentempié para que el sonido de su estómago no interrumpiera sus pensamientos.
De pronto, algo muy familiar para él pero absolutamente extraño por su ubicación llamó su atención poderosamente. Unos cuantos metros más allá en la dirección en que iba, y discretamente oculto al borde del camino, había un largo hueso que definitivamente era humano. Al descubrirlo notó que era relativamente viejo, pues estaba bastante amarillento. Pero las marcas que tenía no eran de las que dejaban al comer las bestias que él conocía; de hecho, de no haber sido por lo ridículo de la idea, hubiera tendido a pensar que ese humano había sido devorado por un animal similar a él… A medida que seguía avanzando, encontraba cada cierto tiempo otros huesos de apariencia humana. A cada instante la situación se hacía más y más extraña, por lo familiar...
Al día siguiente la joven bestia, luego de dormir en un pequeño claro del bosque, reinició la marcha en la misma dirección que había seguido la jornada anterior. El hambre lo atacaba furiosamente, y era riesgoso avanzar de día y dejarse ver; pero el cansancio de todo lo ocurrido había sido más fuerte que la prudencia y que su apetito. El camino parecía un desierto: había esperado infructuosamente que alguien pasara por ahí, pero al parecer dicha ruta no comunicaba con ningún lugar, o si lo hacía era con algún pueblo fantasma. Lo más probable es que los humanos que lo golpearon hayan sabido esto, y por eso lo dejaron ahí. Eso lo estaba empezando a preocupar: los otros animales le servían para comer, pero el sabor era diferente y debía cazar muchos para lograr la misma saciedad. Además, si no comía humanos, quedaba con demasiada sed. Realmente el apetito podía llegar a convertirse en un enemigo bastante fastidioso para él. De pronto, luego de pasar una pronunciada curva en el camino, la solución a sus problemas apareció ante sus ojos.
Un pueblo… por fin, luego de un día de marcha y un hambre que lo estaba empezando a descompensar anímicamente, encontró un pueblo. Sus temores desaparecieron. Nuevamente haciendo caso omiso de la prudencia, siguió avanzando a plena luz del día hacia su fuente de comida. En ese instante daba lo mismo, ningún humano podía con él sino era con malas artes, y desde hace algunos días había aprendido a desconfiar de todos ellos. Todo parecía bien desde esa distancia, y al ir acercándose la situación se hacía mejor. Parecía ser un pueblo más, relativamente pequeño, enclavado en un gran claro del bosque, con dos grandes cerros al fondo. Se veían a simple vista varias casas de madera a los dos lados del camino, y al fondo un castillo similar al de su padre. Y donde había casas, había comida… De pronto, dos hombres montados a caballo aparecen por el camino dirigiéndose directamente hacia él; por la cercanía que tenían no alcanzaba a esconderse, pero eso no era problema, luego de verlo y asustarse los mataría rápidamente y por fin volvería a comer una comida que valiera la pena. Cuando lo ven, más que miedo la expresión de ambos fue de sorpresa:
-¿Quién anda ahí? ¿Señor, es usted…?
-No puede ser, hace poco lo vimos en su castillo-lo que los hombres le decían no tenía sentido alguno. Uno de ellos descabalga y se acerca un poco más a él, sin evidenciar temor.-Espera, no es el señor, este es más joven, debe ser un pariente lejano…
-El señor estará feliz de ver a un familiar, por acá no se le conoce parentela…
La joven bestia quedó paralizada, era tanta la sorpresa que no se dio cuenta que los humanos y sus caballos habían seguido su camino. ¿Señor? ¿Familia? Antes de hacer locuras debía esperar a tranquilizarse, a recuperar sus reflejos y sus fuerzas. Lo mejor era hacerle caso a la prudencia y esperar la noche. El reino de la oscuridad era su reino…
Por fin era de noche. Desde ese punto en adelante tenía todas las de ganar. Sus sentidos agudos, sus reflejos, su velocidad, su cuerpo era un arma de cacería perfecta, y sabía perfectamente bien como sacarle todo su provecho. Sigilosamente se acercó a los límites del pueblo… pero no era conveniente usar esa entrada, por ahí habían salido esos humanos que hablaban del tal “señor”, podían estar esperándolo, y si bien es cierto no tenían las fuerzas suficientes para derrotarlo, sí eran bastante inteligentes como para ser un peligro considerable. Por tanto rodeó por fuera la ciudad y llegó a la parte posterior del castillo.
El pueblo era engañoso. Desde fuera se veía bastante más pequeño de lo que en realidad era. Las casas abarcaban más de una sola calle central, estaban bien distribuidas, como en su ciudad de origen. Las calles daban el ancho suficiente para que pasaran con comodidad las personas de a pie y un par de jinetes o una carreta pequeña. Al final de la calle central estaba el castillo: se veía mucho mejor mantenido que el de su padre. A lo lejos logró apreciar que estaba en un terreno un poco distinto a la tierra que rodeaba a las casas de madera, y no se veía vegetación a su alrededor. En vez de ella, una suerte de adusta plaza se levantaba a los pies de los muros principales del castillo. Cuando llegó a la parte posterior, vio que el cuidado de la construcción era general, y no sólo su fachada: tenía todos sus ladrillos de piedra en su lugar, y se lograba notar una puerta secreta del mismo material. En el instante en que estaba llegando a los límites del terreno posterior del castillo, la puerta secreta se abrió, y una figura salió de ella, en la penumbra. Rápidamente y en silencio se escondió. Al parecer la suerte estaba retornando a él, y la comida llegaría sin tener que salir a buscarla. De todos modos, como el humano estaba saliendo del castillo del “señor”, intentaría no matarlo al primer golpe para poder obtener algo de información.
Sigilosamente se acercó por detrás. Al decidir el ataque, se lanzó con fuerza sobre el humano; en ese instante recibió la segunda sorpresa del día. Su presa giró más rápido que él, y lo recibió con un portentoso puñetazo en la cara que lo arrojó contra la pared del castillo. Al rebotar en la exageradamente dura pared, salió proyectado hacia delante, y al instante se encontró con un segundo golpe que lo dejó en el suelo y a merced de su presa… El humano lo arrastró con facilidad hacia un pequeño claro que dejaba pasar la luz de la luna, y por fin pudo ver su rostro: la sorpresa fue instantánea para ambos. La joven bestia vio una imagen fantasmagórica, como sacada de su futuro: negra cabellera, verdes ojos, dentadura enorme. Por su parte, Blood se vio en el pasado, cuando nació la cría de Luz. Un tercer puñetazo aturdió a la joven bestia y permitió a Blood cargarlo sin resistencia al interior de su castillo. Al parecer, esa noche no habría cena…