La muchacha coqueteaba con el adusto hombre de negocios en el bar. Mientras ella usaba todos sus encantos para llamar su atención, él simplemente miraba por la ventana hacia la calle; luego de su última aventura y sus consecuencias, sólo deseaba estar solo un tiempo. Para la muchacha ese hombre era interesante, alguien que cabía a primera vista en la categoría de señor. Ropa bien cuidada, perfectamente afeitado, cabello entrecano y ojos oscuros enmarcaban una presencia seria pero afable. Para el hombre la muchacha era una tentación. Joven, voluptuosa, ropa ceñida al cuerpo muy llamativa, pelo largo color azabache, piel tostada.
Pasado un par de horas el alcohol ya había hecho el efecto que la muchacha esperaba, logrando que el hombre conversara con ella. Una hora después el hombre se dejó llevar por sus instintos y llevó a la muchacha a su departamento. Al parecer esa noche no estaría solo; ya habría tiempo luego de hacerse cargo de las consecuencias.
El despertar del hombre fue como de costumbre, con un terrible sentimiento de culpa y dándose cuenta del error cometido; ahora sólo quedaba asumir la responsabilidad de las consecuencias. Luego de levantarse, bañarse y vestirse con ropa cómoda, tomó el cuerpo de la muchacha para subirlo al portamaletas del auto y deshacerse de él. Ya vería durante la tarde dónde dejar la cabeza; probablemente debería guardar las más antiguas en la bodega para dejar espacio a las nuevas.