La mujer despertaba lentamente de una agitada noche. No recordaba bien los detalles pero sabía que la estaba pasando bien, luego de una larga racha de sinsabores en su vida.
La mujer era una abnegada abogada, que a punta de esfuerzos había logrado cada uno de sus objetivos en la vida. Hija de una familia sin medios había logrado surgir a costa del sacrificio de toda su familia, que hizo hasta lo imposible para que ella sólo tuviera que dedicarse a sus estudios. Terminada la universidad y luego de trabajar un tiempo para la fiscalía, se incorporó a una oficina de abogados donde empezó a hacer carrera.
Pasado un tiempo en que la dejaron a cargo de casos menores y como apoyo a los profesionales de peso, un día recibió su gran oportunidad. Uno de los procuradores del equipo fue acusado de homicidio, y ella fue la elegida para representarlo. No era habitual que alguien con tan poca experiencia se hiciera cargo de un caso tan complejo, pero sus jefes depositaron su confianza en ella para ponerla a prueba y definir su futuro. Luego de casi tres meses de investigación y de variados recursos judiciales, fue capaz de lograr la libertad de su compañero de trabajo y finalmente, a los seis meses, su absolución. Esa fue la prueba suficiente para que sus jefes se dieran cuenta que tenían un diamante en bruto que debían pulir para asegurar el futuro de la oficina. Ese fin de semana se juntarían a cenar en un restaurante de lujo junto con la plana directiva, luego de cual los más nuevos, incluidos el procurador y la abogada, se fueron a una disco a bailar toda la noche.
La mujer despertaba lentamente de una agitada noche. No recordaba bien los detalles pero sabía que la estaba pasando bien, luego de una larga racha de sinsabores en su vida. Recordaba haber llegado a la disco, haber bailado un rato, haberse acercado a la barra con el joven y agradecido procurador, y luego de aceptarle un trago una nebulosa se apoderó de su memoria. Mientras recobraba la conciencia esperaba no estar en la cama del procurador, no quería relacionarse íntimamente con nadie de su trabajo al menos por un tiempo. Cuando intentó levantarse se dio cuenta que estaba amarrada de pies y manos a la cama. De pronto vio aparecer al procurador, vestido con ropa de carnicero y con un largo cuchillo. En ese instante recordó todas las fotografías de las víctimas que ella logró que fueran consideradas por el tribunal como pruebas insuficientes para inculpar a su defendido. Pero ella era afortunada, el carnicero procurador la degolló al instante para luego deformarla con su cuchillo, al revés de lo que había hecho con sus cuatro víctimas conocidas y las siete que nadie encontraría.
REGALO