“Hola. No soporto el desorden. Todos
los problemas de la sociedad actual pasan por el desorden, por la
falta de disciplina, por la liviandad con que se enfrentan las
responsabilidades. Aún recuerdo mi crianza, con una alta dosis del
espíritu draconiano necesario para sobrevivir a las vicisitudes de
la vida sin doblegarse: las casas que resisten todo no son de junco
sino de concreto. Mi padre repetía a cada rato “la letra con
sangre entra”, y hoy agradezco toda la sangre que me hizo perder,
pues gracias a eso soy el incólume bastión de la sociedad en que me
he convertido. Todas esas patrañas de psicólogos, terapeutas,
masajistas y artistas de la mentira, no son más que estafadores que
intentan convencer al débil que se puede equiparar con el fuerte.
Mentira, el fuerte será fuerte toda su vida, mientras que el débil
con suerte puede aspirar a ser menos débil. Si en mí estuviera
desterraría a todos esos desgraciados que engañan y pervierten a
nuestra sociedad, que cada vez está más invadida por débiles.
Malditos desgraciados. Todos son unos
desgraciados. Antes, si había un conflicto entre hombres a puños se
resolvía, y al acabar la pelea ambos se despedían como caballeros;
ahora los hijos de perra se apuñalan en jaurías y por la espalda.
Se acabó el honor, se acabó el respeto, se acabó todo. Débiles,
cobardes y desgraciados, esos son los pilares de nuestra sociedad.
Malditos, una y mil veces malditos. Parece un verdadero virus, muchos
de los de mi generación se contagiaron, y ahora son parte de esa
traílla de débiles y cobardes. Ya nada queda para nuestra sociedad,
gracias a esos pervertidos.
Pero hay algo peor que débiles,
cobardes y desgraciados: los inconsecuentes. Si yo fuera dios, los
borraría de la faz del universo a punta de fuego. Gracias a ellos
nosotros somos mal mirados. Los que estamos llamados a limpiar la
sociedad de esta basura debemos respetar el orden y la disciplina,
estamos llamados a ser guardianes incomprendidos en las sombras, pero
consecuentes de nuestros principios. Y ahora, gracias a los
inconsecuentes, estamos condenados al odio: ¿quién, en su sano
juicio, odiaría a quien limpia de basura a la sociedad? Pues bien,
todos nos odian gracias a quienes creen que saben hacer el trabajo.
Débiles, eso son también, débiles que juegan a ser fuertes pero
que no conocen las reglas del juego.
Inconsecuentes de mierda, ¿quién, por
ventura, podría dejar de ser metódico al descuartizar a un débil?,
¿acaso estas bestias creen que nuestro llamado divino es un juego?
No saben cuántas veces me he encontrado con partes de cadáveres mal
cortados, con piel sucia, bordes que muestran piel arrancada de
cuajo. ¿A qué malnacido se le podría ocurrir hacer eso, cuando el
proceso debería casi ser sagrado? Debes matar sin hacer sufrir,
debes dejar las partes bien cortadas, limpias, desangradas...
maldición, ¡debes ser metódico para descuartizar! Pero no se le
puede exigir eso a esta juventud... débiles, asesinos débiles y
cobardes.
Pero ya encontré la solución: yo. Ya
llevo veinte años matando y descuartizando, y no dejaré que nadie
más denoste mi vocación. Con toda la experiencia acumulada, llegó
la hora de devolverle la la mano a la sociedad: mataré y destazaré
a todos y cada uno de los descuartizadores desordenados que
aparezcan. La tarea que tengo por delante es ardua, pero no cejaré
en mi esfuerzo, nadie merece morir y ser destrozado por manos y
mentes indignas. Yo limpiaré de noche la sociedad de estas basuras,
para poder de día seguir descuartizando débiles como corresponde.
Morirán, para que quienes lo merecemos podamos seguir matando.
Adiós.”