Una fuerte cachetada y un balde de
orina en la cara fueron suficientes como para despertarlo. Tres días
llevaba secuestrado sin motivo aparente, sin comer ni dormir gracias
a un foco que apuntaba hacia sus ojos día y noche, y a música
estridente a un volumen casi ensordecedor. Hacía un par de horas que
había desfallecido por el hambre y el agotamiento, pero al parecer
su captor no pensaba dejarlo tranquilo. El hombre no entendía bien
qué le estaba sucediendo, no tenía dinero ni poder, ni influencias
suficientes como para que alguien lo secuestrara; era un simple
profesor universitario que intentaba enseñar a sus alumnos lo
necesario para poder valerse por sí mismos en la vida, y que hasta
ese momento no creía tener enemigos. De un momento a otro la música
dejó de sonar, siendo reemplazada por una voz metálica,
distorsionada por algún artefacto electrónico para hacerla
irreconocible.
–Maldito.
–¿Quién eres, quién está ahí?
–¿No sabes quién soy, maldito?
–No... ¿por qué me haces esto, eres
acaso un alumno y esto es una venganza por alguna nota?
–¿No sabes quién soy, maldito?
–repitió la voz.
–No, no lo sé.
–¿Qué has hecho todos estos años,
maldito?
–Enseñar, sólo enseñar. Mira
muchacho, yo no le hago mal a nadie, si en algo te he perjudicado con
alguna decisión, lo podemos arreglar...
–¿Qué has hecho todos estos años,
maldito? –volvió a preguntar la voz, que sólo quería respuestas.
–Enseñar.
–¿Y qué más?
–Nada más, sólo enseñar –respondió
el profesor, a sabiendas que no debía alargar más las cosas si es
que quería salir luego de la incertidumbre en que se encontraba.
–¿Qué hiciste al recibirte?
–Empecé a trabajar.
–¿Qué hiciste el día que te
recibiste?
–¿El día que me recibí? Fui a la
fiesta de graduación, y me fui temprano a mi casa porque tenía una
entrevista de trabajo al día siguiente.
–¿No podías esperar un rato más,
disfrutar de la fiesta, compartir con tus amigos?
–No, no podía, tenía que...
–¿No pudiste darte un par de horas
más de felicidad?
–No, necesitaba el trabajo y el
dinero, mi familia...
–¿No pudiste quedarte hasta tarde
esa noche, y llegar algo cansado a esa entrevista?
–¿Quién mierda eres, por qué no te
dejas ver? –preguntó extrañado el profesor.
–¿Quién soy? El hijo de un
psicópata que aprendió todo de su padre. ¿Sabes quién debía ser?
–...
–El hijo de un profesor...