Marcos se cansó de caminar. Esa mañana despertó en su realidad de
siempre, y se dio cuenta que nada era verdad. Pasados los 50 años de vida, y
algo más de 25 siendo su propio sustento, cayó en cuenta que todo lo que
parecía ser el mundo real no era tal, sino su visión parcial y sesgada de la
verdad. Marcos quería seguir caminando, pero ya no había camino delante de él.
Marcos estaba sentado frente a su computador, al que había llegado por
inercia ese día. Su pantalla arrojaba un flujo imparable de ceros y unos, que
era visto por sus compañeros de trabajo como una fotografía de una bella playa
como fondo de pantalla. Las voces de quienes lo rodeaban eran vibraciones que
intentaban entrar por todo su cuerpo, sin lograr encontrar sus oídos para seguir
su curso natural. Y sus cuerpos… sus cuerpos estaban desnudos, sin piel, con
los músculos y órganos a la vista. Sus translúcidos sistemas digestivos dejaban
ver todo lo que habían comido, y los cuerpos de sus compañeras dejaban ver sus
prótesis de silicona y suturas cosméticas, del mismo modo que los abultados
abdómenes de algunos de sus compañeros se veían comprimidos y contenidos por
sendas fajas de variados materiales. Marcos, por primera vez en su vida, era
capaz de ver la realidad.
A media mañana Marcos sintió una vibración que parecía venir de una
masa de plástico y alambres encima de su escritorio. Al tomarlo y acercarlo a
su oído sintió otra vibración que parecía que correspondía con el sonido
natural de su nombre, por lo que se dirigió a la oficina de su jefe, tratando
de ir con la mayor amplitud de mente posible para tratar de comprender lo que
le dijera, y que su imagen no le causara asco, como ya le había sucedido con
otras personas. En cuanto golpeó el trozo de árbol con incrustaciones metálicas
que hacía las veces de puerta y entró, supo que su capacidad de ver la verdad
había subido otro escalón.
En el centro de la oficina no había un cuerpo despellejado ni nada
parecido; en su lugar, un animal con cuerpo de chacal y cabeza de serpiente bramaba
órdenes con una voz que manifestaba odio a cada palabra. Con temor salió de la
oficina, para encontrarse con el nuevo panorama: las cosas habían vuelto a
tener su forma física, y las personas ahora habían tomado la forma de la
esencia que los identificaba. Una araña viuda negra enorme se paseaba frente a
un gran puerco que se movía con dificultad, mientras una lagartija con cabeza
de paloma parecía entretenerse con el pelaje de una leona; en un rincón, un
robot miraba fijo su monitor y escribía a gran velocidad. Marcos, sin saber qué
hacer, salió del lugar para no seguir viendo el patético espectáculo, a caminar
por las calles de la ciudad.
Marcos se cansó de caminar. Esa mañana despertó en su realidad de
siempre, y se dio cuenta que nada era verdad. Luego de media hora caminando por
la ciudad y viendo la mezcla más extraña de verdades, decidió hacer lo que
hasta ese instante no había podido, ni querido. Temerosamente se acercó a una
vitrina que tenía un gran espejo a la venta. Marcos miró en él, y quedó
congelado ante el reflejo: ahí, parado en su lugar pero del otro lado, el
fantasma de un anciano lo miraba con ojos sin vida.