Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 11, 2014

Doris

La pequeña niña de cinco años estaba parada frente a la puerta del templo, llorando desconsolada. La niña no lograba encontrar a sus padres, ya estaba anocheciendo y empezando a hacer frío, y no entendía por qué había tantas luces de automóviles intentando enceguecerla, por qué unos hombres de uniforme le gritaban y le apuntaban con armas de fuego como las de los video juegos de su hermano, ni menos por qué de su mano derecha colgaba un machete para desmalezar, cuya hoja estaba casi totalmente cubierta de sangre.

Doris era la hija menor de un matrimonio joven. Su hermano de doce años era la persona a quien más quería de su familia, pues desde que tenía uso de razón él había sido su compañero de juegos y protector. Cada vez que sus padres la retaban por algún error cometido, su hermano salía en su defensa, siendo capaz hasta de culparse para que nadie molestara a su hermanita. Doris era una niña feliz en una familia feliz, y con alguien a quien quería y que la quería por sobre todas las cosas.

Los padres de Doris llevaban dos semanas tratando con algo de frialdad a la pequeña, por lo cual la niña se había refugiado en el cariño de su hermano, el cual no la dejaba nunca de lado. Pese a ello, a la pequeña no le faltaba nada, y cada viernes por la tarde acompañaba a toda la familia al templo donde consagraban sus almas a dios, luego de lo cual partían todos juntos a comer algo rico a algún restorán del sector. Cuando por fin llegó el viernes, Doris se sentía feliz, pues sus padres volverían a hablarle y a sacarla a comer, y recobraría al menos por algunas horas el cariño de siempre.

Doris y su familia llegaron a la hora de siempre al templo. Extrañamente, a esa hora el lugar estaba demasiado oscuro, y todos en su interior estaban en silencio. De pronto un hombre gordo y grande tomó a la pequeña por el brazo con violencia y la separó de su familia; mientras su hermano trataba de ir en su ayuda, sus padres lo sujetaban para que no interviniera: el pastor, en un momento de iluminación, había descubierto que la pequeña estaba poseída por una bruja, y que el único modo de salvar a su familia del gran poder del espíritu maligno, era asesinando a la niña. Pese a los gritos desaforados del hermano de Doris, la pequeña fue acostada sin problemas por el pastor en el altar, desde donde sacó un enorme machete para liberar el alma de la inocente niña.

La pequeña niña de cinco años estaba parada frente a la puerta del templo, llorando desconsolada. En el instante en que el pastor descargaba con violencia la afilada hoja de acero sobre el cuello de Doris, su hermano se liberó de los brazos de sus padres y se lanzó al altar, muriendo casi decapitado en el acto. Ello despertó la ira en el alma de la vieja bruja al ver morir a su amante de ya cerca de treinta reencarnaciones, dándole al cuerpo de la niña que guardaba su alma las fuerzas necesarias para quitarle el machete al pastor, decapitarlo, y luego degollar a todos quienes compartían el ancestral rito, incluyendo a los padres de su continente. Luego de terminar salió a la calle, escondiéndose en el corazón de la pequeña y dejando que el alma de la niña retomara el mando de su cuerpo. Una vez que le hicieran exámenes psiquiátricos y la dieran en adopción, el alma de la bruja sólo debería esperar a que el alma de su amante se apoderara del cuerpo de algún cercano para seguir el camino que los unía en la maldad por toda la eternidad.