Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 09, 2015

Leñador

El joven leñador golpeaba con furia el delgado tronco del árbol con el filo de su hacha. Pese a su juventud, sus medios, y la tecnología de la industria maderera, no había modo que dejara de lado su querida hacha de acero templado, que mantenía perfectamente afilada gracias a una vieja piedra de afilar, que tal como su herramienta, era una preciada herencia familiar. El sentir en todo su cuerpo la vibración al golpear el tronco y ver como a cada impacto éste se debilitaba más y más, le provocaba una suerte de placer que no era capaz de entender ni interpretar, pero sí gozar.

El joven leñador venía de una familia tradicional, bien constituida, con valores claros, y con una larga historia en la industria maderera. El joven había recibido de parte de su padre una pequeña empresa con terrenos para la explotación forestal, un aserradero medianamente moderno, y una cartera adecuada de clientes para que se forjara un nombre y cuando correspondiera, se hiciera cargo de todo el resto de las empresas madereras de la familia; por su parte su madre le había enseñado a ahorrar, a no rehuir el trabajo, a ser honesto, sincero, y a no maltratar a las personas, en especial a las mujeres. Así, pese a no necesitar estar vigilando in situ el desarrollo de su empresa, ni menos trabajar como uno más de los empleados, entendía que ese esfuerzo redundaría en un futuro en que nadie podría sacarle nada en cara, ni menos engañarlo respecto de cómo hacer el trabajo.

Esa noche el joven viajó a la ciudad, pues necesitaba hablar de cualquier cosa menos trabajo, y agradecería la compañía de una mujer al menos por algunas horas. No pasaron más de diez minutos en el bar, para que una muchacha joven se acercara a él a conversar de nada. Una hora después ambos jóvenes llegaron al departamento del leñador, a seguir bebiendo y satisfacer más tarde sus instintos carnales.

La muchacha despertó sobresaltada, y totalmente paralizada. Recordaba todo lo sucedido, y dentro de ello no se había percatado si es que su vaso o su trago tenía alguna droga, cosa por lo demás innecesaria, pues el joven que la había invitado era bastante atractivo y generoso, por lo que fue por su propia voluntad con él. A la muchacha le costaba entender por qué estaba de pie y paralizada, sin tener control alguno de su realidad, en un lugar en medio de la naturaleza al despuntar el alba. De pronto sintió una extraña sensación a unos dos o tres metros de distancia: justo en ese lugar había una presencia bajo tierra, que ella sentía demasiado cercana a su esencia. De un momento a otro, el joven apareció ataviado con un grueso pantalón con suspensores, y un hacha en sus manos, y sin mediar provocación, empezó a golpearla brutalmente, hasta hacerla caer al suelo y dejarla morir sin miramientos. El joven leñador había cumplido como siempre con las enseñanzas de su madre, de no dañar a las personas y en especial a las mujeres, pero satisfaciendo su instinto asesino: luego de tener sexo con la muchacha y que ésta se quedara dormida, usó el conjuro grabado en la hoja del hacha para traspasar el alma de la mujer del cuerpo a un árbol, para luego sepultar el cuerpo de la muchacha sin daño alguno.