La joven mujer digitaba raudamente en el
teclado de su computador en la oficina donde trabajaba. Había llegado hacía una
hora, y ya tenía completo el trabajo de casi toda la mañana. Ese día había
despertado inusualmente activa y acelerada, se había bañado en la mitad del
tiempo que le tomaba el resto de los días, y había salido de su hogar quince
minutos antes de la hora de siempre, llegando a la oficina primero que todos
sus compañeros de trabajo. Al parecer esa sería una jornada de gran actividad,
por lo que aprovecharía para ponerse al día de todos los trabajos pendientes
que tenía.
A las once de la mañana en esa oficina
se acostumbraba a parar unos cinco minutos para tomar un café y compartir con
los compañeros de trabajo. A esa hora la joven mujer ya había digitado todo el
trabajo que le había quedado pendiente del día anterior, y había completado
toda la información que debía entregar ese día al horario de salida, por lo que
se dispuso a ir a tomar café. Cuando llegó a la sala habilitada para ello, notó
que sus compañeros de trabajo se movían lento y hablaban pausada y
profundamente, cosa a la que no le dio mayor importancia. Una vez hubo
terminado su bebida se dirigió de vuelta a su oficina a seguir digitando.
A la hora de almuerzo la joven mujer ya
no tenía más trabajo que digitar, pese a que había adelantado el trabajo de
quince días hasta ese minuto. Luego de ir a almorzar en un entorno que
definitivamente se movía demasiado lento para ella, la joven volvió a su
oficina, la que aún se encontraba vacía pues todo el mundo andaba aún
almorzando; al encontrarse sin tener qué hacer, la joven mujer decidió tomar el
trabajo de sus compañeros y empezar a digitarlo, para no encontrarse desocupada
a tan temprana hora. La joven mujer parecía digitar cada vez más y más rápido,
moviéndose entre los escritorios a una velocidad casi inconmensurable para un
ser humano, terminando con el trabajo de todos quienes se desempeñaban en el
lugar.
Los trabajadores volvieron a sus
oficinas luego de terminar la hora de colación, en donde el comentario obligado
era lo extraña que andaba la joven mujer, quien se movía cada vez más rápido
esa mañana, que no había demorado más de un minuto en prepararse un café y
beberlo, dejando a todos atónitos. Mayor fue la sorpresa de todos al encontrar
en sus escritorios todo el trabajo del día terminado y ordenado. Al ir a ver el
puesto de trabajo de la joven mujer, sólo encontraron un montículo de polvo
movido por el aire acondicionado.