La joven mujer caminaba bajo la lluvia
sin paraguas. El apuro de la mañana le había impedido fijarse en las
condiciones del clima o ver en las noticias cómo estaba el mundo afuera, por lo
que esa mañana salió abrigada pero sin paraguas. A los pocos minutos su larga
cabellera estaba empapada y su chaqueta acusaba los signos del agua acumulada
en su pelo. Sin embargo ello no parecía inmutar en nada a la joven mujer quien
seguía deambulando bajo la fuerte lluvia como si nada, cortando con su silueta
la escasa luminosidad que había a esa hora de la mañana.
La joven mujer caminaba rápido,
despreocupada del entorno que la rodeaba, absorta en las preocupaciones de su
vida. De pronto llegó a un cruce peatonal señalizado con un semáforo, y por
primera vez desde que salió de su casa levantó la cabeza, para poder ver el
semáforo. En ese instante se dio cuenta que, pese a estar cruzando una avenida
importante, ningún vehículo circulaba en alguno de los dos sentidos. Sin darle
mayor importancia y fijándose que a la distancia no viniera algún vehículo,
cruzó raudamente con luz roja para seguir su camino y llegar luego donde iba.
Dos cuadras más allá la mujer detuvo su
marcha y levantó la cabeza a mitad de la cuadra. La lluvia seguía cayendo con
fuerza sobre la ciudad, lo que tenía su cabello y su chaqueta empapadas; pese a
la hora de la mañana que era, la mujer estaba cayendo en cuenta que hasta ese
momento no se había cruzado con ningún vehículo, y lo que era más llamativo,
con ninguna persona. Luego de siete u ocho cuadras de caminata, recién había
notado que hasta ese momento estaba sola en la calle; de hecho en la mañana,
mientras se duchaba y vestía, no había escuchado el bullicio típico de los
departamentos vecinos donde había niños y cada día se libraba una batalla por
levantarlos y vestirlos. Tampoco había conserje en la portería ese día, y los
negocios del barrio se encontraban cerrados a una hora en que ya estaban
trabajando. Todo su entorno parecía haberse esfumado, y recién después de siete
u ocho cuadras había caído en cuenta.
La joven mujer estaba ahora avanzando
lentamente, fijándose en su entorno. Ni vehículos ni personas había a su
alrededor; en ningún edificio se veía gente circulando, en ninguna casa se
dejaba ver luz por las ventanas, parecía como si durante la noche algo o
alguien hubiera secuestrado a todo el mundo. De pronto la joven tuvo una idea:
sacó su teléfono celular y llamó desde él a su hermana, sólo para darse cuenta
en ese instante que no había red disponible de telefonía móvil. En ese
instante, un sentimiento de soledad la invadió, paralizándola en medio de la
calle.
La joven mujer no sabía qué hacer.
Nerviosa empezó a revisar todas sus cosas, por si había algo que funcionara. En
ese momento detuvo su vista en su reloj de pulsera: las manecillas parecían
estar tiesas, pero el segundero parecía estar haciendo fuerzas para pasar al
siguiente segundo. Cuando ello sucedió, se encontró rodeada de gente por un
instante, luego de lo cual todos desaparecieron nuevamente, dejándola atrapada
en el tiempo otra vez, y tal vez por siempre.