Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 06, 2017

Lluvia

La joven mujer caminaba bajo la lluvia sin paraguas. El apuro de la mañana le había impedido fijarse en las condiciones del clima o ver en las noticias cómo estaba el mundo afuera, por lo que esa mañana salió abrigada pero sin paraguas. A los pocos minutos su larga cabellera estaba empapada y su chaqueta acusaba los signos del agua acumulada en su pelo. Sin embargo ello no parecía inmutar en nada a la joven mujer quien seguía deambulando bajo la fuerte lluvia como si nada, cortando con su silueta la escasa luminosidad que había a esa hora de la mañana.

La joven mujer caminaba rápido, despreocupada del entorno que la rodeaba, absorta en las preocupaciones de su vida. De pronto llegó a un cruce peatonal señalizado con un semáforo, y por primera vez desde que salió de su casa levantó la cabeza, para poder ver el semáforo. En ese instante se dio cuenta que, pese a estar cruzando una avenida importante, ningún vehículo circulaba en alguno de los dos sentidos. Sin darle mayor importancia y fijándose que a la distancia no viniera algún vehículo, cruzó raudamente con luz roja para seguir su camino y llegar luego donde iba.

Dos cuadras más allá la mujer detuvo su marcha y levantó la cabeza a mitad de la cuadra. La lluvia seguía cayendo con fuerza sobre la ciudad, lo que tenía su cabello y su chaqueta empapadas; pese a la hora de la mañana que era, la mujer estaba cayendo en cuenta que hasta ese momento no se había cruzado con ningún vehículo, y lo que era más llamativo, con ninguna persona. Luego de siete u ocho cuadras de caminata, recién había notado que hasta ese momento estaba sola en la calle; de hecho en la mañana, mientras se duchaba y vestía, no había escuchado el bullicio típico de los departamentos vecinos donde había niños y cada día se libraba una batalla por levantarlos y vestirlos. Tampoco había conserje en la portería ese día, y los negocios del barrio se encontraban cerrados a una hora en que ya estaban trabajando. Todo su entorno parecía haberse esfumado, y recién después de siete u ocho cuadras había caído en cuenta.

La joven mujer estaba ahora avanzando lentamente, fijándose en su entorno. Ni vehículos ni personas había a su alrededor; en ningún edificio se veía gente circulando, en ninguna casa se dejaba ver luz por las ventanas, parecía como si durante la noche algo o alguien hubiera secuestrado a todo el mundo. De pronto la joven tuvo una idea: sacó su teléfono celular y llamó desde él a su hermana, sólo para darse cuenta en ese instante que no había red disponible de telefonía móvil. En ese instante, un sentimiento de soledad la invadió, paralizándola en medio de la calle.

La joven mujer no sabía qué hacer. Nerviosa empezó a revisar todas sus cosas, por si había algo que funcionara. En ese momento detuvo su vista en su reloj de pulsera: las manecillas parecían estar tiesas, pero el segundero parecía estar haciendo fuerzas para pasar al siguiente segundo. Cuando ello sucedió, se encontró rodeada de gente por un instante, luego de lo cual todos desaparecieron nuevamente, dejándola atrapada en el tiempo otra vez, y tal vez por siempre.