La joven mujer no podía despertar. Pese
a haber escuchado el despertador hacía largos cinco minutos, sus ojos no
lograban abrirse, y su cuerpo no respondía a sus órdenes de destaparse y
ponerse de pie. Esa mañana la joven mujer no lograba recordar el sueño de esa
noche, y sólo tenía en mente el sonido del despertador que ya había parado de
sonar; pasados algunos segundos logró enfocar su mente, y lentamente empezaron
a hacerse presentes algunas ideas de lo que había soñado, y también el por qué
su mente había intentado bloquearlo.
La joven mujer se vio en un lugar
desconocido, como una planicie; estaba vestida con ropa deportiva, y el lugar
estaba repleto de gente. De hecho era tanta la gente que había en el lugar, que
entre todos la apretaban y no la dejaban respirar. La joven mujer desesperada
intentó gritar, sin que su voz lograra hacerse escuchar, lo cual la desesperaba
cada vez más. A cada segundo que pasaba la aplastaban más y más, llegando un
instante en que la sensación de muerte se le hizo inminente. En ese instante
una poderosa luz invadió el lugar, y la presión en su cuerpo desapareció de una
vez, siendo reemplazada por un tierno abrazo de alguien que la tomaba por la
espalda y la contenía acogedoramente.
La joven mujer sentía una paz indescriptible.
Quien fuera quien la abrazaba por la espalda tenía una energía capaz de
tranquilizarla y hacerla olvidar todo y a todos en el mundo real, llevándola a
un estado de plenitud que nunca había logrado tener conscientemente en su
existencia, y que ahora no se sentía capaz de abandonar al despertar y volver a
la realidad. La joven mujer estaba con los ojos cerrados, simplemente sintiendo
en su cuerpo la sensación de completa paz que le hacían sentir en ese momento.
De pronto la mujer abrió sus ojos y pudo ver los brazos que la contenían,
ahogando en ese instante un grito en su garganta.
La joven mujer veía los brazos que la
abrazaban: eran gruesos, peludos, casi deformes; instintivamente giró su cabeza
y vio un rostro amorfo, sin facciones, de mirada perdida que simplemente la
abrazaba por la espalda. Cuando la joven intentó liberarse del abrazo, el ser
que la contenía se dejó caer de espaldas y contuvo el cuello de la joven, quien
lentamente empezó a perder la conciencia. En ese estado se encontraba cuando el
despertador empezó a sonar, inmovilizada en el suelo contenida por un extraño
ser que ya no le causaba paz sino temor. De pronto y pasados los segundos el
ser empezó a perder sus fuerzas liberando a la joven, quien en ese momento se
pudo incorporar y levantarse de su cama. La joven traspiraba copiosamente
recordando el extraño sueño que había tenido; en ese instante su vista se clavó
en sus sábanas, notando en ella gruesos vellos de hombre por doquier.