Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 25, 2017

Arbol


El viejo hombre caminaba tranquilamente de noche por la avenida. Pasada la medianoche las sombras de las cosas le cambiaban el aspecto a la ciudad, haciéndola ver algo más fantasmagórica, pero no por ello capaz de causarle miedo o de limitar su marcha; pese a que hacía rato no se cruzaba con nadie en su camino, ello no lo tenía nervioso, permitiéndole dedicarse a mirar los detalles que había visto antes de día y desde otra perspectiva. La ciudad ahora se veía más alargada y sombría, lo que a sus ojos la hacía parecer más interesante y por ende, más llamativa.
                                                                                      
El viejo hombre se fijaba en cada detalle a su alrededor. Las grandes edificaciones vidriadas parecían torres que se elevaban hacia el oscuro cielo, y que en algunos casos podían reflejar la luz de las estrellas; los árboles por su parte se veían como masas oscuras capaces de ocultar a cualquiera en su follaje o tras su tronco. El viejo hombre había pasado por el mismo lugar 5 horas antes, con luz de día, y las diferencias eran abismales. Pese a no tener miedo caminaba con precaución, por si apareciera algún borracho desequilibrado que se pudiera tropezar en él o sobre él, haciéndolo pasar algún momento bochornoso.

El viejo hombre llegó a una esquina que tenía varios árboles frondosos plantados, obstruyendo en algo la mirada y la marcha; justo en ese instante el semáforo cambió a rojo, dejándolo detenido en dicha esquina, mirando despreocupado los vehículos pasar. De pronto y sin darse cuenta se afirmó en uno de los árboles, desde el cual se dejó escuchar un profundo y lejano quejido. El viejo hombre se separó automáticamente del árbol, y miró hacia todos lados para ver si el origen del quejido había venido de otro lado, encontrándose solo en la calle y sin ningún vehículo pasando en ese momento a su lado. El viejo hombre se armó de valor y tocó nuevamente el árbol, encontrándose de nuevo con un profundo y lejano quejido.

El viejo hombre estaba sorprendido, y a esas alturas, algo asustado. Empezó a mirar el árbol por todos lados, a ver si encontraba algún lugar por donde estuviera saliendo el extraño ruido, tratando de interpretarlo como el paso del viento por algún recoveco que no había sido capaz de distinguir. De pronto vio un punto luminoso a metro y medio de altura, el cual decidió escarbar con su dedo meñique: en ese instante el tronco del árbol se abrió, absorbiendo el cuerpo del viejo hombre y dejándolo atrapado en su interior, un lugar oscuro y estrecho que le provocaba un dolor inconmensurable y permanente, que se agravaba ante cualquier roce en la corteza, que se había convertido en su piel, y en la todos los desafortunados que lo acompañaban en dicho lugar.