La joven mujer se paseaba nerviosa por
el pasillo. El duro ruido de sus tacos retumbaba en todo el lugar, no dejando a
nadie indiferente; de hecho muchas miradas se clavaban en ella, cosa que
definitivamente no parecía importarle mucho, pues seguía con su nervioso
deambular por el pasillo, taconeando a ratos más fuerte que antes. Su marcha
tensa y preocupada había logrado empezar a preocupar a quienes estaban en el
lugar, sin saber a ciencia cierta de qué debían preocuparse; sólo sabían que la
joven mujer seguía paseándose por el pasillo taconeando nerviosa.
La luz del sol lentamente empezaba a
entrar por las ventanas del pasillo, haciendo el lugar más acogedor y
distendiendo un poco el ambiente; sin embargo ello no parecía alterar en nada
la actitud de la joven mujer, quien se paseaba con la misma cadencia de paso
por el ahora iluminado pasillo, taconeando fuerte y seguro. Si no fuera porque
estaba en un lugar cerrado, probablemente habría encendido un cigarrillo para
acompañar su marcha; tal vez por ello es que taconeaba cada vez más fuerte, sin
cesar en su ya molesta marcha. Las miradas ahora estaban todas dirigidas a
ella, pues el ruido de los tacos ya se había hecho simplemente insoportable, y
nada parecía ser capaz de sacar a la mujer de dicha actitud.
A media mañana la situación no daba para
más. El pasillo estaba lleno de gente esperando a ser atendida, y lo único
seguro para todos era que la maldita mujer taconeaba y taconeaba sin parar,
pareciendo golpear cada vez con más fuerzas sus tacos contra las baldosas. El
murmullo generalizado también se hacía molesto, pues todos opinaban acerca de
la actitud de la mujer, quien ya llevaba cerca de tres horas taconeando de un
lado a otro sin parar. Algunas tímidas voces se levantaban de vez en cuando para
lanzar alguna broma que era bien recibida por todos, excepto por la joven mujer
que seguía taconeando de un lado a otro del lugar.
La joven mujer se paseaba nerviosa por
el pasillo. De pronto un joven que había llegado algo después que la mujer tomó
una decisión. El joven se sacó los audífonos que traía puestos, y se dirigió a
la joven mujer, para preguntarle el por qué de su actitud y tratar de
detenerla. El joven se paró en el camino de la chica: en ese instante el cuerpo
de la joven mujer pasó a través del suyo, para luego dar la vuelta y
atravesarlo en el sentido contrario. Los gritos de espanto y la estampida de
gente fue casi instantánea, mientras el alma de la joven mujer seguía
taconeando físicamente desde el más allá.