Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 29, 2017

Trascendencia

El viejo hombre estaba sentado en su escritorio, mirando a la nada. Era media tarde, y de pronto algo lo hizo detenerse en la vorágine de su trabajo y ponerse a pensar. De la nada dejó de escribir en el teclado del computador, y su vista se perdió más allá de la blanca pantalla del editor de textos; de un momento a otro sus manos estaban apoyadas en el escritorio, y su mente viajaba presurosa por los confines de sus ideas, sin dejarlo concentrarse en sus obligaciones laborales. Así, el viejo hombre se había detenido en su rutina y ahora sólo dejaba sus ideas libres en su cerebro.

El viejo hombre seguía sentado en su escritorio, sin entender por qué estaba ahí. Llevaba una vida metódica y ordenada, mas de pronto ese orden y seguimiento del método parecieron perder sentido en su existencia, al menos en ese instante. Toda una vida dedicada a trabajar y a seguir las normas no le parecía lógica en ese momento de su vida, haciéndolo cuestionarse todo lo que había hecho hasta ese entonces y seguía haciendo hasta hacía algunos instantes. De pronto y de la nada, su forma de vida pareció perder sentido para él, sumiéndolo en una suerte de incertidumbre que no recordaba haber experimentado nunca.

Sus compañeros de trabajo seguían trabajando como si nada, sin tomar en cuenta su detención y su silencio, en una oficina que bullía en voces y ruidos de teclados, impresoras y fotocopiadoras que no cesaban de sonar hasta la hora de cierre. El viejo hombre parecía un injerto o un tumor en el lugar, rompiendo la lógica pero sin ser capaz de interrumpir o detener al resto; en ese instante el viejo hombre recién logró entender su intrascendencia en el lugar en que se encontraba, y empezó a cuestionar si dicha intrascendencia también se aplicaba para el resto del tiempo no laboral en que se desenvolvía su vida.

El viejo hombre de pronto se puso de pie, y sin mirar a nadie se dirigió al dispensador de agua situado al otro extremo de su lugar de trabajo, sacó un vaso desechable, lo llenó y empezó a beber mientras caminaba lentamente de vuelta a su escritorio. En el camino empezó a darse cuenta que mal que mal, todos los bienes que había logrado hasta ese momento en su vida los había financiado con el dinero ganado en ese trabajo, y que pese a que en ese instante le parecía intrascendente su presencia en dicho lugar, le era imprescindible para seguir con su estilo de vida. Cuando el viejo hombre llegó a su escritorio, se encontró con otra persona sentado en él, digitando lo que él había detenido en el tiempo; el viejo hombre intentó tocarle el hombro al intruso para recuperar su puesto, pero al hacerlo su mano atravesó el cuerpo del nuevo trabajador. Ahora el viejo hombre se encontraba en su oficina, sin trabajo, sin vida, y sin saber qué pasaría con su alma desde ese instante y hasta el resto de lo que llamaban eternidad.