Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 13, 2017

Insomnio

La joven mujer se daba repetidas vueltas en su cama sin poder dormir. Esa calurosa noche de primavera la tenía despierta a las cuatro de la mañana, sin haber pegado pestaña ni un solo momento, pese a haber seguido su rutina de todas las noches antes de dormir: tener el televisor y el computador apagados, poner música suave, ejercitar un rato y acostarse a la misma hora de siempre, luego de beber un vaso de leche tibia. Desde que un médico le enseñó esos trucos de higiene de sueño para evitar el uso de pastillas los había puesto en práctica con excelentes resultados, hasta esa noche en que nada parecía permitirle conciliar el sueño.

Media hora más tarde la joven mujer seguía mirando el techo en espera que su cerebro se desconectara y diera paso al necesario descanso para poder llevar a cabo las actividades de la jornada siguiente. En algún instante la joven mujer creyó estar soñando, pero luego de pellizcarse y sentir dolor se dio cuenta que no; además de eso, nada había pasado esa noche, y todo en su dormitorio estaba tal y como siempre. Al parecer no quedaba más que seguir mirando el techo hasta que el sueño apareciera de la mano del cansancio, y le permitiera dormir al menos un par de horas.

Una hora más tarde la situación era desesperante. La joven mujer no podía entender cómo era posible no haber podido cerrar los ojos y perder el conocimiento en ningún instante de la noche. Por sus cálculos ya se estaba acercando la hora del amanecer, y hasta ese momento no había descansado nada. Su día por venir sería terrible, y debía estar preparada para ello, aunque no sabía de qué modo podría lograr que su cerebro funcionara normal sin nada de descanso. Finalmente la joven mujer se levantó al baño a lavarse los dientes y preparar las cosas para tomar una ducha.

Luego de tomar una larga ducha la joven mujer volvió a su habitación para secarse y vestirse. Extrañamente por la ventana seguía viéndose todo oscuro afuera, pese a que ya eran cerca de  las seis de la mañana; en ese instante la joven mujer miró el reloj de la pared, fijándose que pese a moverse el segundero, las horas y los minutos seguían fijos a las cuatro de la mañana. De inmediato revisó su reloj de pulsera, en el que pasaba exactamente lo mismo. La mujer empezó a recorrer preocupada el departamento, encontrando en cada reloj el mismo patrón. La joven mujer simplemente se sentó en el borde de su cama a secar su pelo, en espera de saber qué pasaría en la que probablemente sería la noche más larga de su existencia.