Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 20, 2017

Paseo


El viejo hombre caminaba impasible por la vereda, camino a ninguna parte. Esa tarde estaba desocupado, y de la nada decidió salir a caminar, para recorrer el trozo de ciudad que todos los días pasaba a la carrera en su auto para ir a trabajar. El hombre pensó que sería entretenido ver a velocidad humana lo que veía a la pasada todos los días, para definir detalles y aprender un poco más de su entorno.

El viejo hombre había caminado cerca de tres cuadras desde su hogar, y a cada paso descubría cosas nuevas. Los detalles de las casas, los jardines, todo parecía un lugar nuevo para el hombre que caminaba con la mente y los ojos abiertos para descubrir el mundo nuevo del día a día. De pronto, y al llegar a la cuarta cuadra, se encontró con una plaza que no reconoció, y que estaba seguro que no estaba en su itinerario; intrigado, se dio algunos minutos para recorrerla, sin encontrar nada fuera de lo común en ella. Probablemente, y fruto de su distracción, había pasado cientos de veces por el lugar, sin haber notado esa presencia. Sin darle más vueltas al asunto, siguió caminando por el mismo camino de todos los días.

Dos cuadras más allá, la situación había cambiado por completo. Nada de lo que estaba viendo se parecía en lo más mínimo al trayecto que hacía en auto todas las mañanas, y estaba seguro de haber seguido exactamente la misma ruta que seguía día tras día. Las edificaciones, las áreas verdes, nada le parecía conocido. De hecho ahora estaba parado frente a una bomba bencinera en un lugar donde sólo había edificios; todo era irreconocible, y no era capaz de entender el porqué de esa situación. El viejo hombre en ese instante tomó una decisión: volvería a su hogar a buscar el auto para recorrer el trayecto como lo hacía todos los días y resolver sus dudas.

El viejo hombre caminaba apurado por la vereda, camino a casa. A cada paso que daba todo se hacía irreconocible, de hecho estaba seguro que donde había visto una plaza dos cuadras antes, ahora había un supermercado. En la medida que el viejo hombre se acercaba a su hogar, una extraña sensación lo invadía. Las tres cuadras que lo separaban de su hogar eran un nuevo mundo para él: nada ni nadie le parecían conocidos, y de hecho estaba seguro de haber escuchado a la gente en la calle hablando un idioma desconocido para él. Al llegar al lugar donde estaba ubicado su edificio se encontró con un sitio eriazo, sin señales de que algo hubiera habido en ese lugar por décadas. De pronto vio que todo a su alrededor estaba desocupado, y que lentamente seres de formas extrañas que hablaban una suerte de lengua gutural lo rodeaban con curiosidad. Era imposible que el viejo hombre comprendiera que había pasado por un portal temporoespacial, y que ahora se encontraba en una realidad paralela, en el lugar en que estaba su edificio, pero dos ciclos por segundo más lento.