La joven mujer se movía apurada en su
departamento para salir a la hora de su hogar y llegar a tiempo al trabajo. Esa
mañana se había levantado dos minutos más tarde lo que había retrasado en dos
minutos su planificación matinal, haciéndola correr el riesgo de no alcanzar a
tomar el bus que tomaba todos los días a la misma hora. Luego de peinarse más
rápido que de costumbre y desayunar a la carrera, tomó su bolso de mano, la
lonchera en que llevaba su colación, y se dispuso a salir por la puerta de
entrada, no sin antes dejar cortado el gas para evitar riesgos innecesarios.
La joven mujer tomó la manilla de la
puerta de la entrada, abrió la puerta, salió por ella y la cerró tras de sí
casi sin pensar; sin embargo al mirar a su alrededor se dio cuenta que había
entrado a su dormitorio, y la puerta que había cerrado tras de sí era la de su
propio baño. La mujer se notaba algo extraña con la situación, pero sin darle
más vueltas se dirigió a la puerta de entrada para ahora sí salir por ella al
pasillo del piso en que vivía, poder tomar el ascensor y dirigirse a su lugar
de trabajo.
La joven mujer estaba confundida: luego
de cerrar la puerta se encontró en la cocina de su departamento, y la puerta
que había cerrado era la de la logia. La joven mujer miró su reloj y vio cómo
ya habían pasado tres minutos, pensando en que su bus ya estaría en el paradero
y que con ello indefectiblemente llegaría tarde esa mañana al trabajo. La mujer
corrió a la puerta de la entrada, salió por ella, la cerró y miró a su
alrededor: estaba parada en el pasillo de su departamento, y la puerta que
había cerrado era la de su baño.
La joven mujer estaba ahora sentada al
lado de la puerta de entrada de su departamento, en el suelo. Luego de intentar
salir en varias ocasiones y no lograrlo, estaba pensando qué hacer para poder
seguir su vida. En ese momento abrió desde el suelo la puerta, viendo
efectivamente el pasillo al que daban todas las puertas de los departamentos
del piso y al fondo la inconfundible puerta del ascensor con sus botones
iluminados y la pantalla donde se indicaba en qué piso se encontraba. La mujer
decidió salir gateando del departamento, traspasó el dintel de la puerta, se
dio vuelta para cerrarla y al volver a mirar donde debería estar el pasillo se
encontró de lleno saliendo del closet de su dormitorio.
La joven mujer estaba desesperada. Sin
saber qué hacer para terminar con ese ciclo tomó la peor decisión que podía
tomar: se acercó a la ventana de la terraza, se sentó en su borde y se dejó
caer al vacío. En menos de un segundo se había golpeado la cabeza con el piso
del dormitorio, encontrándose con los pies en la ventana de dicho lugar. La
joven mujer cayó en cuenta que estaba presa de su departamento, y que no había
nada que pudiera hacer para liberarse de ello.