Una
idea empezó a incubarse en la cabeza de la joven mujer. De la nada y
debido a nada la idea empezó a crecer y a asentarse en su cerebro
ocupando una parte importante de su tiempo y de su realidad. La mujer
se vio de pronto en la calle caminando con esa idea aparecida de la
nada y que lentamente empezaba a llenar su todo. Por mientras en su
cerebro la interacción entre neuronas aumentaba a cada instante,
dejando poco espacio para las actividades rutinarias de la joven
mujer.
La
idea seguía creciendo. A cada instante que pasaba la idea se
incrementaba y se hacía más compleja, usando cada vez más neuronas
y por ende más sangre para alimentar y oxigenar esas neuronas. La
idea ahora abarcaba más áreas del cerebro, dejando por momentos a
la mujer desconectada del medio mientras se conectaba consigo misma
para seguir desarrollando su idea. De pronto la mujer se dio cuenta
que en menos de una cuadra había trastabillado al menos cinco veces,
en una superficie regular, sin obstáculos y sin tantos transeúntes.
Al darse cuenta que empezaba a ser foco de miradas y comentarios de
quienes caminaban en la calle junto a ella, decidió entrar a un café
a tomar algo y terminar de pensar su extraña idea.
La
mujer bebía un café caliente en silencio, mientras su cerebro
seguía trabajando incansablemente. Tanto era lo que pensaba que en
un instante le empezó a doler la cabeza. Mientras tanto su cerebro
trabajaba afanosamente en seguir desarrollando su idea, sin dejar
lugar a ninguna función cerebral superior aparte de la idea. La
mujer bebía café casi automáticamente, y su cerebro seguía
extendiendo y enmarañando cada vez más la idea, lo que hacía que
el dolor de cabeza de la mujer fuera en aumento a cada segundo.
La
idea parecía crecer exponencialmente en el cerebro de la mujer,
llevando el dolor de cabeza a un nivel tal que la mujer se quejaba de
dolor mientras bebía café; ello no parecía importarle al cerebro
que seguía haciendo crecer la idea, haciendo que el cerebro se
inflamara y empezara a aplastarse contra las paredes del cráneo. La
mujer intentó distraerse para evitar pensar tanto, pero era inútil,
pues su cerebro no parecía querer detenerse. De pronto la mujer dio
un grito enorme, y su cabeza cayó sobre la mesa del café. Cuando el
dependiente se acercó, notó que los ojos de la mujer no miraban a
ninguna parte, que abundante sangre salía de sus ojos y oídos, y
que ya no tenía signos vitales; la idea había crecido tanto y tan
rápido, que había reventado el cerebro y la vida de la mujer.