Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 03, 2019

Maldito

Maldito” murmuraba la mujer mientras avanzaba por la atestada avenida camino a casa, luego de una larga jornada laboral. Cuando llegó la hora de salida de inmediato recordó lo que le esperaba al volver a su hogar, por lo que de buenas a primeras su buen ánimo cambió, y su sonrisa fue reemplazada por una cara mezcla de enojo y amargura. No quería llegar a su hogar, pero obviamente sabía que no tenía otra opción, que no podía quedarse a dormir en el trabajo ni menos pedirle a alguna amiga que la acogiera. Al salir del trabajo debía volver a su realidad, pese a que la odiara.

Maldito” pensaba la mujer mientras seguía caminando. La ira iba subiendo a cada paso que daba, y no había modo de poder manejarla. Un par de veces casi cruzó la calle con el semáforo en rojo, concentrada en lo que le esperaba al llegar a casa; la rabia era incontrolable, y nada podía hacer para evitar vivirlo día tras día.

Maldito” repetía una y otra vez la mujer al llegar a su edificio. La joven vivía en el décimo piso, y para demorar un poco el inicio de su tortura subía por las escaleras pese a las várices y al cansancio. Muchas tardes debió detenerse un par de veces para descansar y hacerse de fuerzas para seguir subiendo; sin embargo, el solo pensar en lo que debía aguantar al llegar al hogar hacía que quisiera quedarse eternamente en la caja de escaleras.

Maldito” decía en voz baja la mujer mientras sacaba la llave de su cartera y abría la puerta de entrada del departamento. Al llegar a su hogar debía despedir a la señora encargada de cuidar al objeto de su odio; una gran y falsa sonrisa cubría su rostro mientras la señora le contaba lo que había pasado durante el día y quedaban de acuerdo para su llegada al día siguiente. Terminado el protocolo y luego del beso de despedida, la mujer quedaba a solas con el objeto de su odio.

Maldito” decía la mujer en voz alta, mientras su pequeño hijo de dos años le hacía fiestas para que ella le mostrara algo de cariño. Poco sabía el pequeño que había sido el inquisidor de su madre diez reencarnaciones atrás, que la había mandado a quemar por bruja, y que algo había fallado en el proceso por lo que la mujer vivió toda la quema sin poder morir tempranamente; tampoco sabía el pequeño que el castigo del más allá por haber sido efectivamente una bruja consagrada al mal era reencarnar con su ejecutor por el resto de la eternidad, sin ser capaz de olvidarlo jamás.