El
viejo hombre tomó un sorbo de agua para paliar el calor. Ese día de
verano las temperaturas habían estado mucho más altas que el
promedio, por lo que le era necesario tomar mucha agua para sentirse
mejor. El hombre se había detenido en un parque y le pidió la
manguera a un jardinero extranjero, quien gentilmente se la facilitó para que el viejo hombre pudiera saciar su sed; sin embargo
el hombre sólo tomó un sorbo para poder seguir caminando hacia su
destino de ese día. Luego de darle las gracias al jardinero y de
devolverle la manguera, continuó su marcha.
El
viejo hombre peinaba su barba con sus dedos mientras caminaba, pues
sentía que debía llegar algo más ordenado a su cita de esa hora.
El hombre caminaba a paso firme pese al calor, y sabía de memoria el
camino hacia su destino.
El
viejo hombre estaba cerca de llegar a su destino. Faltando pocos
metros el viejo hombre se detuvo a arreglar su ropa para que se viera
ordenada al llegar. Con cuidado se preocupó de estirar los pliegues
de su vestimenta, como si estuviera planchándola con la mano, hasta
dejar completamente lisa la superficie de su ropa. No era frecuente
ver en verano a un hombre vestido de terno negro completo, pero él
no estaba preocupado de lo que la gente pensara de su vestimenta. De
hecho ni siquiera le preocupaba lo que la gente pensara de su oficio,
él sólo se dedicaba a cumplir con su trabajo como lo había hecho
desde que tenía memoria; el viejo hombre era un tipo sencillo, sin
aspavientos, que se dedicaba a cumplir su función sin molestar a
nadie. Una vez estuvo conforme con el estado de su vestimenta, siguió
su marcha hasta su destino.
El
viejo hombre llegó a la dirección a la que iba. Sin tocar la puerta
entró al lugar y sin pedir permiso entró a la habitación
principal; en ella estaba una añosa mujer acostada respirando con
dificultad, sus hijos rodeándola y un médico a los pies de la cama.
De pronto la añosa mujer pareció aclarar su mente y se despidió de
cada uno de sus hijos; en ese momento la mujer giró su cabeza y se
asustó al ver al viejo hombre de negra vestimenta, quien la esperaba
para separar su alma de su cuerpo, como llevaba haciéndolo desde el
principio de los tiempos.