Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 15, 2019

Cita esperada

El viejo hombre tomó un sorbo de agua para paliar el calor. Ese día de verano las temperaturas habían estado mucho más altas que el promedio, por lo que le era necesario tomar mucha agua para sentirse mejor. El hombre se había detenido en un parque y le pidió la manguera a un jardinero extranjero, quien gentilmente se la facilitó para que el viejo hombre pudiera saciar su sed; sin embargo el hombre sólo tomó un sorbo para poder seguir caminando hacia su destino de ese día. Luego de darle las gracias al jardinero y de devolverle la manguera, continuó su marcha.

El viejo hombre peinaba su barba con sus dedos mientras caminaba, pues sentía que debía llegar algo más ordenado a su cita de esa hora. El hombre caminaba a paso firme pese al calor, y sabía de memoria el camino hacia su destino.

El viejo hombre estaba cerca de llegar a su destino. Faltando pocos metros el viejo hombre se detuvo a arreglar su ropa para que se viera ordenada al llegar. Con cuidado se preocupó de estirar los pliegues de su vestimenta, como si estuviera planchándola con la mano, hasta dejar completamente lisa la superficie de su ropa. No era frecuente ver en verano a un hombre vestido de terno negro completo, pero él no estaba preocupado de lo que la gente pensara de su vestimenta. De hecho ni siquiera le preocupaba lo que la gente pensara de su oficio, él sólo se dedicaba a cumplir con su trabajo como lo había hecho desde que tenía memoria; el viejo hombre era un tipo sencillo, sin aspavientos, que se dedicaba a cumplir su función sin molestar a nadie. Una vez estuvo conforme con el estado de su vestimenta, siguió su marcha hasta su destino.

El viejo hombre llegó a la dirección a la que iba. Sin tocar la puerta entró al lugar y sin pedir permiso entró a la habitación principal; en ella estaba una añosa mujer acostada respirando con dificultad, sus hijos rodeándola y un médico a los pies de la cama. De pronto la añosa mujer pareció aclarar su mente y se despidió de cada uno de sus hijos; en ese momento la mujer giró su cabeza y se asustó al ver al viejo hombre de negra vestimenta, quien la esperaba para separar su alma de su cuerpo, como llevaba haciéndolo desde el principio de los tiempos.