Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 19, 2019

Oración

El sacerdote estaba en su oficina descansando luego de la última misa de la tarde. Había sido un día pesado, pues esa jornada más de la mitad de los feligreses había decidido confesarse, y aún tenía en la cabeza las más inverosímiles confesiones que había recibido. Sin embargo ello lo dejaba tranquilo, pues al parecer su trabajo pastoral había dado frutos, convenciendo a la gente de la necesidad de los sacramentos para tener una vida plena a los ojos de dios. Ahora podía descansar con la tranquilidad del deber cumplido y las tareas ejecutadas.

Media hora más tarde el sacerdote estaba ya con ropa de calle listo para ir a comer a algún lugar cercano a la parroquia. De pronto vio entrar a su oficina refunfuñando a la señora encargada del aseo de la parroquia. Al preguntarle la señora le explicó que quedaba aún una persona en la iglesia rezando, por lo que no podía terminar de limpiar. El sacerdote le dijo que no se preocupara, que lo esperara en la oficina, y que él iría a ver qué le pasaba a la persona para apurar su salida y dejarla limpiar en paz. La mujer sonrió, mientras el sacerdote se dirigía a la nave central a ver qué era lo que pasaba.

En la nave central y frente al altar mayor había un hombre joven de terno negro de rodillas rezando en silencio. El sacerdote se acercó a él, pero al verlo tan concentrado orando decidió dejarlo un rato más hasta que terminara su conexión con la divinidad. Diez minutos más tarde el hombre seguía en la misma posición orando en voz baja; el sacerdote creyó que ya había pasado un tiempo prudente, así que decidió acercarse a hablarle. Al llegar al lado del hombre el sacerdote pudo escuchar lo que el hombre rezaba, pero no logró entender nada; lo más extraño es que, por lo que recordaba de sus clases de teología, el hombre estaba orando en algo parecido al hebreo.

El sacerdote estaba desconcertado. En un momento llegó a creer que el hombre joven era un judío que se había equivocado de lugar de oración, cosa que de inmediato descartó. De pronto el hombre levantó la mirada y la clavó en los ojos del sacerdote, quien en un principio sintió un leve dolor de cabeza que rápidamente se transformó en una sensación de calor que a cada segundo se hacía más y más fuerte. Cinco segundos después la cabeza del sacerdote se incendió, para ser seguido por su cuerpo, dejándolo convertido en un cadáver carbonizado en menos de un minuto. El hombre joven miró al altar mayor y dijo:

Uno de tus sirvientes vino a interrumpir, pero ya acabé con él. ¿En qué estábamos, viejo enemigo?