Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 12, 2019

Café

La barista preparaba la carga de la máquina para preparar un café expreso. La joven muchacha, ataviada con un ajustado y corto vestido que dejaba ver por completo sus largas piernas, tenía ese trabajo de medio tiempo para poder ayudar económicamente a su familia a costear la carrera que estudiaba en horario nocturno. La joven era cuidadosa para interactuar con los clientes, pues desde pequeña sufrió episodios de acoso callejero por su temprano y acelerado desarrollo físico. Ahora con veintidós años ya sabía cómo mantener a raya a quienes intentaban pasar el límite que ella se había impuesto al cumplir los dieciocho.

A mediodía apareció en el café un joven mal agestado, cubierto de tatuajes de pies a cabeza, de voz baja y suave y actitud temerosa. Luego de pasar por la caja y pagar un café, se dirigió a la barra y le entregó el vale a la muchacha, quien de inmediato empezó a cargar nuevamente la máquina para cumplir el pedido. El joven miraba hacia el suelo en espera de su café; mientras la muchacha lo observaba con curiosidad; el joven no cumplía con el perfil de los clientes del café, se notaba fuera de lugar y parecía sentirse incómodo en el sitio. Una vez lista la preparación la muchacha colocó la taza de café frente al joven, quien sin levantar la cabeza empezó a beber en silencio.

Cinco minutos más tarde el joven aún bebía su café. En ese instante entró al café un hombre alto y corpulento, de voz gruesa y potente; el hombre se dirigió a la caja y prepotentemente ordenó un café. En cuanto le pasaron el vale se dirigió donde la muchacha empezando a molestarla y a insistir en salir con ella al terminar su turno. La joven no lo tomó en cuenta y siguió con su trabajo, mientras el tipo seguía insistiendo. De pronto el joven tatuado se puso de pie, pidiéndole al hombre que dejara de molestar; el tipo lo miró de pies a cabeza, soltó un par de palabrotas para luego darle un puñetazo en la cara que terminó con el muchacho en el suelo y con la nariz rota. La muchacha intentó detener al hombre, pero éste sacó de entre sus ropas una pistola, disparando en dos ocasiones al joven tatuado, para luego huir del lugar.

La muchacha consternada pasó la barra para ver cómo estaba el joven. El muchacho por primera vez miró a la joven, quien sintió un extraño escalofrío mientras lo veía desangrarse. La joven entonces empezó a mirar con detención los tatuajes del moribundo, y de hecho le parecieron familiares; de pronto un recuerdo de su infancia vino a su mente. Su padre había muerto cuando ella tenía cuatro años en un accidente de motocicleta; al igual que el muchacho herido estaba tatuado. Los tatuajes del joven eran idénticos a los de su padre; justo antes de expirar, el joven le regaló a la muchacha una sonrisa mientras sus labios murmuraban “sigue viviendo hija querida..."