Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 05, 2019

Texto

El joven secretario estaba algo desconcertado. Luego de una licencia médica por una semana por un incómodo cuadro digestivo que lo tuvo cinco días casi viviendo en el baño, había vuelto al trabajo para ponerse al día con sus labores. Esa mañana había encontrado en su escritorio una hoja de papel en donde habían escrito la palabra “urgente” con destacador para que él la digitara, pues estaba escrita a mano. Sin pensarlo mucho el secretario encendió el computador y empezó a transcribir el documento, que estaba escrito con una letra manuscrita completamente clara y legible, por lo que no debería ponerse de pie a cada rato para pedir que le explicaran tal o cual palabra; eso al menos creía cuando empezó con su trabajo.

El secretario transcribía rápidamente el documento. De pronto se encontró con un párrafo igual de legible que el resto del documento, pero con palabras que parecían sacadas de un texto en latín, castellano antiguo, o alguna lengua en desuso. Pese a lo incomprensible del texto, era tal la calidad de la letra que no había duda de lo que decía cada palabra; el joven pensó un par de minutos en pararse a hablar con su jefa para tratar de entender lo que había querido decir, pero como ese no era su trabajo sino digitar, simplemente se concentró en cumplir con su cometido: digitar lo que fuera que su jefa hubiera querido decir.

Terminado el texto de tres carillas, el joven se dispuso a leer el documento para tratar de entender qué era lo que había transcrito. El texto parecía una fábula medieval o una historia ambientada en aquella época, que de pronto y de la nada empezaba a describirse en ese extraño idioma. Sin pensarlo dos veces el joven empezó a leer en voz alta las palabras tal como se leían, a ver si de ese modo era capaz de entender algo.

El joven secretario estaba algo desconcertado. Al terminar de leer el párrafo en el extraño idioma una suerte de mareo se apoderó de su cabeza; en cuanto volvió en sí se encontró sentado en su silla, sin escritorio ni computador, y en una especia de planicie soleada donde no se escuchaba nada. El joven creyó entender que el texto era una especie de fórmula que lo había hipnotizado, y ahora estaba pasando por una suerte de sueño vívido. De pronto una especie de temblor se empezó a sentir; el joven se puso de pie mientras el temblor y el ruido subterráneo aumentaban a cada segundo. Tras escuchar unos gritos ensordecedores, vio como a cada lado de su silla aparecían jinetes a caballo armados gritando desaforadamente; los jinetes no alcanzaron a verlo, y el joven terminó aplastado bajo los cascos de los caballos de ambos ejércitos rivales. En su oficina todo seguía un curso normal, salvo por la ausencia de su silla. En la oficina de su jefa la mujer sonreía pensando en la venganza contra su secretario, del que estaba perdidamente enamorada, y cometió el error de rechazar a una bruja.