Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 25, 2019

Billetera

La vieja mujer esperaba en el paradero el bus que la llevaría a su trabajo. La mujer estaba cerca de cumplir ochenta años, pero su baja pensión le impedía mantener un nivel de vida mínimo por lo que a su edad debía seguir trabajando cumpliendo labores domésticas al otro lado de la ciudad. Así, aparte de lo pesado del trabajo, la mujer gastaba más de tres horas al día en ir y volver de su lugar de empleo. Esa mañana estaba extremadamente fría, por lo que la anciana estaba envuelta en bastante ropa gruesa.

El bus apareció puntual esa mañana en el paradero. La anciana subió lo más rápido que pudo, siendo ayudada por un vendedor de chocolates que también estaba empezando su jornada laboral a esa hora. La anciana caminó un par de pasos por el pasillo hasta que una mujer joven le cedió el asiento; la mujer se sentó y se acomodó con toda su ropa, a sabiendas que recién en una hora y media estaría llegando a destino. De pronto la mujer buscó la billetera en el bolsillo de su pantalón, y descubrió que ya no estaba ahí; con espanto miró por la ventanilla al vendedor con la billetera en su mano y una enorme sonrisa. La rabia se apoderó de su corazón, y una mueca de odio se fijó en su rostro.

Tres horas después la mujer trabajaba cabizbaja en la cocina del hogar en el que prestaba servicios. De pronto la dueña le dijo que en las compras del mes había olvidado los tomates, y le pidió que fuera ella a un supermercado a dos cuadras de la casa a comprarlos. La anciana dejó lo que estaba haciendo, tomó el dinero y salió de compras. A una cuadra de camino un enorme perro negro se cruzó en su camino bloqueándole el paso.

La mujer no entendía qué pasaba. En vano intentó esquivar o corretear al perro. De pronto se fijó que el animal llevaba algo en su hocico; lentamente la mujer acercó su mano, y el perro dejó caer lo que llevaba entre sus dientes. Cual no sería la sorpresa de la anciana al ver caer desde el hocico del perro su billetera; de inmediato la mujer la abrió, encontrando que nada faltaba. La mujer acarició al perro y miró al cielo agradeciendo a dios por el regalo del cielo. El perro miró a la mujer y siguió su camino; dos cuadras más allá guardaba su recompensa: la mano amputada por sus dientes del ladrón. El perro miró a lo lejos a la arcana bruja que había olvidado sus vidas pasadas, pero que aún guardaba sus poderes sobre la naturaleza intactos.