La
pista de baile estaba prendida a esa hora en la salsoteca. Todo era
algarabía, música y alcohol en el lugar, las parejas parecían
bailar sin parar y la lista de música del dj no dejaba indiferente a
nadie. El sudor y la respiración caliente de los bailarines dejaba
una estela de vapor de agua sobre la pista, la que era mirada con
curiosidad por quienes descansaban un rato para beber o comer algo, o
simplemente reposaban y conversaban para en un rato más volver a la
pista a mostrar sus pasos y coreografías.
A
esa hora el ritmo de la música se había enlentecido un poco, lo que
era agradecido por los bailarines para poder recuperar fuerzas para
más adelante. El tempo más lento hacía que algunos empezaran a
bailar abrazados a sus parejas, mientras otros simplemente lo hacían
más lento pero sin mayor contacto físico. La pista permanecía
llena, y de a poco aparecían más bailarines en el lugar. Muchos
parecían estar algo perdidos al llegar, pero la música se encargaba
de ponerlos al corriente. Así, la noche de baile seguía sin parar.
El
baile seguía sin parecer que fuera a parar. De pronto una muchacha
que había ido sola, y que bailaba con hombres que también habían
ido solos, decidió que era hora de irse. Bastante cansada por las
horas de baile y un par de tragos, empezó a buscar la puerta de
salida, infructuosamente. De pronto se acercó a un muchacho a
preguntarle por la salida; el joven no la escuchó, la tomó por la
cintura y la llevó a la pista de baile. La muchacha sin pensarlo dos
veces se puso a bailar con él.
Un
rato más tarde la muchacha decidió que ahora sí debía irse.
Empezó a recorrer las paredes de la salsoteca, hasta poder encontrar
la puerta de salida; cuando se dio cuenta, había llegado al mismo
punto de partida, sin encontrar puerta alguna. La muchacha se empezó
a preocupar, hasta que de pronto vio una zona de la pared de donde
parecía salir humo negro. La chica se acercó, y de pronto vio una
imagen incomprensible: pasado el humo se veía la pista de baile
llena de humo y cenizas, iluminada por potentes reflectores, una
cantidad indeterminada de bomberos y paramédicos rescatando gente
quemada y cubriendo cuerpos fallecidos. Instintivamente la muchacha
se acercó a un cuerpo cubierto por una lona azul; al agacharse a ver
bajo la lona descubrió su cuerpo calcinado, y al lado del suyo, el
del joven con el que había estado bailando. Al mirar a su alrededor
vio los cuerpos de muchos que habían estado bailando segundos antes
a su lado. De pronto el humo negro se disipó, y la chica se encontró
nuevamente en la pista de baile con la música retumbando en sus
oídos, y con el joven con el que había estado bailando,
ofreciéndole la mano para seguir haciéndolo. La muchacha se dio
cuenta que la noche de baile sería eterna, así que simplemente
estiró su mano para tomar la del joven, y seguir disfrutando de la
música y el baile por siempre.