La
muchacha manejaba tranquila su vehículo camino al trabajo. Luego de
años de ahorro logró comprarse un auto pequeño y económico que
gastaba poco y rendía harto, por lo que en esos momentos estaba
gastando en bencina menos de lo que invertiría en pasajes en
locomoción colectiva. Pese a que su mente ecológica le repetía
permanentemente las emisiones del vehículo, el material particulado
y la poca eficiencia al solo transportar un usuario donde cabían
cinco, la comodidad del viaje era suficiente para acallar su cerebro.
La
muchacha manejaba lento. En general no tenía problemas con ello,
salvo contadas ocasiones en que algún automovilista atrasado o
acelerado le tocaba la bocina para hacerla acelerar; sin embargo la
muchacha simplemente cambiaba de pista y dejaba pasar al apurón. Esa
mañana la joven iba manejando bajo la velocidad máxima permitida en
la ciudad, y hasta ese momento no había tenido problemas. De pronto
una bocina empezó a sonar tras de ella, sin que ello alterara el
ánimo de la joven. La muchacha cambió de pista; sin embargo nadie
la adelantó, y justo en ese momento la bocina empezó nuevamente a
sonar tras su vehículo.
La
muchacha estaba incómoda, pues el vehículo apurado no la había
adelantado sino se había colocado nuevamente tras el suyo. La joven
miró por el espejo retrovisor, y se dio cuenta que el vehículo que
estaba tras el suyo iba a más de cien metros de distancia, y tanto o
más lento que ella. De pronto la bocina empezó a sonar nuevamente;
la joven buscó por todos lados a ver si ubicaba a quien la seguía,
pero no se veía ningún vehículo cercano al suyo en ninguna de las
pistas.
La
muchacha no lograba entender qué era lo que estaba pasando. De
pronto apareció en su espejo retrovisor un vehículo grande tocando
la bocina; antes que la muchacha alcanzara a cambiar de pista el
vehículo aceleró, y justo cuando estaba por impactarla desapareció
y apareció instantáneamente delante de ella acelerando hasta
perderse en el horizonte. La joven no podía entender qué había
sucedido: de pronto volvió a aparecer el mismo vehículo tras el de
ella tocando la bocina, y nuevamente antes de chocarla despareció y
apareció delante del suyo.
La
muchacha se detuvo en una antigua bencinera al lado de la calle, en
la cual sólo trabajaban bomberos viejos. La muchacha pidió carga de
combustible y le contó al bombero algo avergonzada lo que le había
sucedido. El hombre la miró y le dijo que debía manejar con
cuidado, porque ese vehículo fantasma aparecía detrás de algún
vehículo para avisarle que estaba por chocar. La joven pagó el
combustible, y al salir de la bencinera fue impactada por un camión
blindado, muriendo en el acto. Segundos más tarde la muchacha
apareció conduciendo el vehículo fantasma, esperando a que llegara
la hora de algún otro conductor para pasarle el vehículo y seguir
con su camino hacia el más allá, donde quiera que ello estuviese.