Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, noviembre 13, 2022

Fiebre

 La adolescente estaba en el segundo día de un resfriado demasiado sintomático para su historial de resfriados. En general la muchacha era bastante resistente a los virus comunes que circulaban cada invierno en su ciudad, y nunca había faltado al colegio por una infección respiratoria alta. Sin embargo en dicha ocasión la fiebre y los dolores de cuerpo eran tales, que su madre optó por llevarla a su pediatra y conseguir que el profesional le indicara reposo. En ese instante la muchacha estaba tirada en su cama con un pijama de dibujos animados, sin fuerzas ni ánimo para nada.

Las horas pasaban y la fiebre parecía aumentar pese a los medicamentos indicados por el pediatra para controlar los síntomas. La muchacha no podía sentirse peor, o al menos eso creía. Era tan alta la fiebre que la muchacha empezó a alucinar: era eso, o su piel estaba cambiando de color lentamente. En ese instante entró su madre a su habitación, quien la miró sin notar cambio alguno, lo cual confirmó la sospecha de la muchacha, lo que se vio reafirmado cuando su madre puso la palma de su mano en la frente de su hija y de inmediato le dio otra dosis de medicamentos. Al parecer ese día sería interminable.

Dos horas más tarde las alucinaciones estaban en su tope. La muchacha veía su propia piel de color gris, y sus uñas cada vez más pálidas. Su madre entró nuevamente a su habitación, colocó su mano en la frente de su hija, y al levantarla, un trozo de piel sanguinolenta iba adherida a sus dedos. La mujer gritó de espanto mientras la muchacha se ponía rápidamente de pie, tomaba por el cuello a su madre y le hincaba los dientes en su cráneo.

La muchacha estaba confundida. En su alucinación había asesinado a su madre, se había comido su cerebro y no sentía remordimiento alguno. La imagen era demasiado vívida, y al parecer la fiebre no bajaba pues no lograba salir de esa situación. De pronto su puerta fue abierta de golpe por dos personas de piel grisácea tal como ella. Los zombies miraron el cadáver sin cerebro de la anciana y abandonaron el lugar; a la adolescente no le quedó otra que seguirlos a ver si encontraba más cerebros para saciar su apetito.