La
muchacha caminaba por la calle con sus audífonos con cancelación de
ruidos externos conectados a su teléfono, el cual utilizaba
principalmente como reproductor de música. Desde hacía varias
semanas ya se estaba dedicando a escuchar música popular de los años
ochenta, que le había escuchado a su abuela en una visita a su casa.
Sus compañeros en el colegio la molestaban por su gusto musical,
pero a la muchacha no le importaba en la medida de sentirse cómoda
ella con lo que escuchaba, Poco a poco la adolescente empezaba a
aprender el nombre de las canciones y de las bandas, y ya podía
tararear algunos estribillos sin pensar.
Esa
tarde a la salida del colegio la muchacha caminaba hacia su casa
escuchando a un tal Juan Bau que cantaba algo que sonaba como
estrella de David. La canción romántica le parecía interesante,
aunque no entendía mucho la relación con Israel. Mientras caminaba
la joven veía a la gente detenerse en la calle y ponerse a conversar
espontáneamente, lo cual le extrañaba más que la canción.
Ahora
en el reproductor sonaban un tal Al Bano y Romina Power, cantando
ella con poca voz una canción sin sentido alguno, coronada por el
vozarrón de él; a poco andar cambió de tema para empezar a
escuchar a un grupo llamado Mocedades que estaba repleto de voces
espectaculares, armonías geniales y letras bien estructuradas. A su
alrededor la gente caminaba con cara de miedo: la muchacha miró a
todos lados, por si había algún asalto cerca o algo parecido, pero
nada de ello parecía estar pasando.
De
pronto en el reproductor empezó a sonar un tal Raphael, que tenía
una voz enorme que sabía explotar, con letras románticas que
llegaban a sonar empalagosas: si no fuera por la calidad de la voz,
la muchacha hubiera cambiado de canciones rápidamente. En ese
momento la muchacha vio cómo la gente que caminaba en ese instante
por la calle empezaba a correr despavorida para todos lados, y cómo
los conductores de los vehículos que circulaban por la calle los
detenían y se bajaban espontáneamente. Algo raro estaba pasando, y
la adolescente aún no lograba saber qué era.
La
muchacha intentaba caminar entre la gente que corría para todos
lados; en ese instante decidió sacarse los audífonos para saber qué
pasaba. En vano intentó preguntar, pues nadie se detenía ni la
tomaba en cuenta. De pronto una vibración se empezó a sentir por
todos lados, y la temperatura del aire empezó a aumentar
bruscamente. La muchacha alcanzó a levantar su cabeza para alcanzar
a ver el enorme meteorito que avanzaba raudo desde el cielo hacia la
superficie del planeta. Al momento del impacto, en su reproductor un
tal Nino Bravo empezaba a cantar Libre.