Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, diciembre 10, 2022

Perla

 La detective de la policía de investigaciones caminaba junto a Perla, la perra pastor belga malinois entrenada para detección de drogas en el aeropuerto de Santiago. La pareja tenía a su haber la detección de más de cien kilos de droga en los últimos dos años de control, en las maletas de diversos pasajeros. En general el trabajo era simple: la detective se paseaba con la perra por los pasillos del terminal aéreo, y cuando Perla detectaba el olor de la droga se abalanzaba sobre la maleta, mientras la policía le entregaba su juguete y retenía al dueño del equipaje para una inspección profunda de la maleta. Hasta ese entonces el record de la pareja era perfecto: todos los equipajes marcados habían dado positivo a diversas drogas, lo cual tenía a la pareja en el top one nacional.

Esa mañana Perla y la detective caminaban por el terminal con toda tranquilidad. Ya hacía cerca de diez días que no había detectado nada, por lo que el ánimo de la policía era bastante bueno, y el de su compañera era de atención permanente, pues deseaba tener su juguete para poder jugar. De pronto apareció un hombre haitiano, de piel negra casi azabache, gran estatura, muy delgado, de hecho casi enjuto, al cual le faltaba el ojo izquierdo. El hombre llevaba una gran maleta negra algo usada de cuero con ruedas, que aparentemente estaba muy pesada, pues avanzaba con bastante lentitud. Al pasar a su lado Perla casi se volvió loca, empezó a mover la cola desesperadamente y casi botó el equipaje y al hombre con la fuerza con la que se lanzó para retenerla. De inmediato la policía controló a la perra, le entregó su juguete y llamó a dos compañeros para que escoltaran al hombre a una sala privada para hacer la revisión.

Perla estaba echada en el piso de la sala mordiendo su juguete mientras la policía interrogaba al hombre, quien en un correcto español explicaba que no llevaba nada ilegal, que él vendía amuletos de madera y que tal vez los olores de la madera habían confundido a la perra. Los policías abrieron la maleta, y efectivamente se encontraron con una gran cantidad de amuletos de maderas de distinto color. Los policías se cercioraron que el recipiente no tuviera ningún doble fondo; el hombre de mayor edad sacó de su bolsillo un cuchillo de mano, raspó varios de los amuletos, y en el polvo resultante echó un reactivo químico para encontrar drogas, no encontrando nada. Luego siguió probando con varios reactivos, sin encontrar absolutamente nada ilegal en el equipaje: por primera vez Perla había marcado un equipaje erróneamente.

La detective y Perla volvieron a su periplo por los pasillos del aeropuerto. Cada tanto tiempo la mujer acariciaba la cabeza de la perra, quien no entendía por qué no habían detenido al peligroso brujo vudú, quien llevaba un cargamento lleno de amuletos cargados con almas de víctimas, que usaría para ofrecerlos a distintos demonios y lograr favores de ellos. Al parecer los humanos no tenían un líquido para detectar almas, pero su olfato era simplemente infalible.