El
hombre escuchaba viejas canciones en el reproductor de música de su
computador. Hacía años ya que había dejado de lado los tornamesas
y los reproductores de cedes, más que nada por un asunto de
comodidad: en el computador bastaba con escribir el nombre de la
canción, y el sistema de inmediato le daba más de diez mil
alternativas. El hombre tenía claro que la calidad del sonido era
mucho peor en el sistema digital, pero sus oídos ya no eran capaces
de discriminar detalles finos del audio, por lo que el sistema que
usaba era suficiente para él.
Esa
tarde el hombre estaba escuchando temas de jazz y swing, que le
traían recuerdos de etapas importantes en su vida. De pronto se dio
cuenta que la calidad del sonido había bajado demasiado, pues estaba
seguro de estar escuchando una suerte de interferencia en la canción
que sonaba en ese momento. De todos modos el hombre prefirió esperar
a que empezara el tema siguiente, pues podía ser que sólo ese
archivo estuviera corrupto. Al empezar la siguiente canción la
interferencia seguía cada vez más fuerte, y a cada minuto el sonido
parecía transformarse en un mensaje que se hacía más nítido: “ve
tu muerte”.
El
hombre se puso de pie y empezó a caminar, pues creía estar
quedándose dormido, y que estaba soñando y confundiendo realidad
con fantasía. Luego de lavarse la cara el hombre volvió a su
habitación y encendió nuevamente el reproductor de audio: en él ya
no se escuchaba nada de la canción, sino simplemente el mensaje,
ahora totalmente nítido: ve tu muerte. El hombre se asustó
sobremanera, cerró el reproductor que estaba usando y abrió otro,
eligiendo una canción al azar: en cuanto pulsó el botón de
reproducción, empezó a sonar el mismo mensaje. Luego de probar
cuatro o cinco reproductores apagó el computador, y abrió el
navegador de su teléfono. En cuanto se conectó al reproductor de
audio del celular y abrió su canción favorita, empezó a sonar el
mismo mensaje: “ve tu muerte”. El hombre desesperado salió
huyendo despavorido de su departamento.
El
fantasma que habitaba el departamento del hombre estaba acongojado.
Luego de años de intentar comunicarse con el ahora dueño de lo que
había sido su propiedad en vida cerca de veinte años atrás, había
echado todo a perder. El fantasma acumuló energía por años para
lograr enviarle un mensaje al nuevo propietario, pero había
equivocado el uso de dicha energía y el mensaje que se escuchaba no
tenía nada que ver con el que él había deseado enviarle. El
fantasma entendía que con lo que escuchó el hombre se alejaría
probablemente para siempre del departamento, pero ello nunca había
sido su intención. Ahora debería empezar a juntar energía
nuevamente para que en una nueva ocasión sí se escuchara lo que
realmente deseaba comunicar: “buena suerte”.