El
equipo de científicos trabajaba en silencio. Genetistas,
bioquímicos, químicos teóricos trabajaban con muestras no
identificadas para recuperar material genético y definir la
posibilidad de replicarlo para devolver a la vida a la especia de
origen extinta hacía cerca de ciento cincuenta años. El equipo no
sabía el origen de las muestras, y al menos hasta ese momento no
parecía ser imprescindible saberlo.
La
secuenciación de las muestras estaba terminando. La reacción de
polimerasa en cadena había entregado un ADN bastante completo, que
al menos a primera vista parecía poder servir para replicar al
animal de origen. Al revisar en la pantalla los científicos se
mostraron confundidos: el mapa genético era casi idéntico al del
ser humano moderno, lo cual dejó estupefacto al equipo. De inmediato
empezaron las teorías al respecto: una eventual colonia neanderthal
o cromagnon que había sobrevivido al paso de los siglos, alguna
tribu oculta que se había extinguido por cambios bruscos de hábitat,
o inclusive algún primate cercano al humano extinto por cacería
indiscriminada en una época en que cazar era deporte de elite. Los
científicos siguieron lanzando teorías sobre la mesa, cada vez más
rebuscadas y por ende menos probables. De hecho uno de los genetistas
sugirió la posibilidad de algún humano infectado por alguna suerte
de virus zombie, lo que causó las carcajadas de sus colegas.
El
equipo científico terminó de elaborar el informe y se comunicaron
con el consorcio que había financiado el proyecto. Obviamente las
elucubraciones quedaron fuera del texto como una simple anécdota;
sin embargo uno de los estudiosos encontró varios genes específicos
que le parecían extraños; tras conversar con el equipo decidieron
incluir en las conclusiones dichos genes, pues ellos tenían relación
con modificaciones estructurales de la hemoglobina del origen de la
muestra, lo que podría condicionar cierto grado de inviabilidad del
eventual producto de la replicación.
Esa
mañana estaban todos los científicos en la sala de reuniones,
arreglados y con al material de la presentación listo para exponer
sus conclusiones. Ninguno se dio cuenta que bajo el piso había un
sistema de tuberías, por el cual se inyectó a la sala un gas
venenoso que acabó con todo el equipo sin sufrimiento en menos de
dos minutos. Media hora más tarde un grupo de hombres vestidos con
trajes militares y armas largas entraron al laboratorio y retiraron
todo el material genético procesado, las muestras y los informes.
Ahora el consorcio tenía el sustrato adecuado para revivir la raza
de vampiros y liberarlos en el planeta en dieciocho o veinte años
más a reproducirse e infectar el planeta.