Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, septiembre 08, 2024

Neblina

El frío arreciaba esa mañana de invierno, que había amanecido más oscura que de costumbre debido a una densa neblina que apenas dejaba ver a dos metros de distancia. Los vehículos debían avanzar con mucha precaución pues pese a sus luces la visibilidad era mínima. El guardia de seguridad, un hombre alto y bastante corpulento, había salido recién de su casa camino al trabajo bastante abrigado; pese a tener vehículo decidió ir ese día en locomoción colectiva, pues luego de ver las noticias de la madrugada entendió que el caos vial sería insalvable ese día. Lo bueno era que vivía a ocho cuadras de una estación de tren subterráneo, por lo que no se vería expuesto a problemas de lentitud en el transporte.

A cada paso que daba la visibilidad parecía empeorar más y más. El hombre avanzaba tranquilo, a paso relajado, pues muchos ciclistas pedaleaban por la vereda ese día por el miedo a ser atropellados por algún vehículo motorizado incapaz de notar sus presencias; ello sin embargo aumentaba el riesgo de los peatones de ser atropellados por las bicicletas, por lo que el guardia prefería caminar lento para evitar malos ratos. El hombre se dio cuenta que mientras avanzaba por la vereda, se empezaban a escuchar quejidos de la nada.

El hombre estaba empezando a incomodarse, pues a cada aso aumentaban los quejidos, que parecían como si los dolientes no pudieran respirar. El guardia miraba a todos lados a ver si lograba ver a alguien, por si existía la posibilidad de prestar ayuda; sin embargo los quejidos parecían desvanecerse en el aire luego de dejarse escuchar por algunos segundos. El hombre no estaba asustado, pero la preocupación empezaba a apoderarse de su mente.

El hombre seguía avanzando lentamente; de pronto los quejidos desaparecieron, dando lugar a un silencio enorme, como si nadie más que él estuviera en la calle en ese momento. La neblina se hacía cada vez más espesa; en ese instante el hombre vio una especie de bufanda de neblina acercarse a su cuello. Sin poder evitarlo empezó a sentir cómo la neblina empezaba a estrangularlo lentamente; el hombre no daba crédito a lo que estaba sucediendo, mientras la fuerza con que apretaba la neblina se hacía mayor a cada momento. Fue tanta la presión que el hombre dejó escapar un quejido ahogado: en ese instante el hombre se desvaneció en la niebla, que había cumplido el objetivo de causar dolor y miedo a sus víctimas, para poder alimentarse de dichas sensaciones y mantenerse en el tiempo. Esa mañana más de cincuenta personas desaparecieron para siempre.