Cae al suelo la semilla
simiente de la planta
que da el fruto maldito.
Crece el arbusto del pecado
fuerte, firme, frondoso
tomando la energía de la tierra,
la luz del sol, el agua,
el aire, todo absorbe,
para madurar pronto.
Nace la flor infestada de mal
bella, grande, colorida,
en el tope del arbusto resalta
cual faro guía de buques;
al caer los pétalos,
la tierra muere bajo ellos.
Y por fin empieza a formarse,
firme, rojo, rebosante,
aquel fruto maldito,
esperanza de oscuridad
exaltación de toda perversión.
Ya nadie recuerda
cuando aquel arbusto era bendito
y daba abundantes frutos
plenos del bien y la esperanza;
pero año a año
menos y peores son los frutos
hasta hoy día,
en que cada uno de ellos
además de ser malo
procrea y genera maldad.
Listo y maduro está
su ciclo completado
y presto está para iniciar
su imperio de maldad y perversión.
Puesto que todo llegó a su fin
y no quedan más etapas
sólo falta el paso final:
que el arbusto llamado vida
libere a la tierra llamada Tierra
su fruto terminal...
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