Fuego, fuego por todos lados, eso parece el aire, como si todo el ambiente se hubiera teñido de rojos y anaranjados. Estoy recién reaccionando, iba en mi bicicleta por el parque y de pronto... no sé, algo me golpeó, o me aplastó, no lo logro definir, fue por todos lados, como calor, dolor e inconciencia al mismo tiempo. Del parque, su césped y sus árboles no queda nada, sólo humo; el río que corría a su lado ahora era piedras y vapor; mi bicicleta es un montón de fierros y plástico retorcido y derretido. Mi ropa está hecha jirones y me duele todo el cuerpo; aún no puedo enfocar bien de cerca así que no logro distinguir mi piel, pero al ver todo enrojecido, con hilos rojos deformes fluyendo, y eso sumado al dolor, me hace pensar que el panorama no es de los mejores.
Empiezo a moverme por lo que fue mi barrio, y recién caigo en cuenta que detrás del parque había varias torres de departamentos de más de 30 pisos; en su lugar sólo quedan cerros de concreto humeante de no más de 5 metros de altura. Mi vista ya más clara sigue hacia el norte, luego hacia el sur, el este y el oeste, y parece que estuviera mirando siempre al mismo lugar, pues en todos lados es igual: aire rojo, tierra roja, vapor, humo, cemento arrumbado...
De pronto una voz familiar pronuncia mi nombre: no puedo creerlo, aquella joven que tenía de cabeza a todos los hombres del barrio con su belleza, ahora es un humanoide rojo casi sin ropa y definitivamente sin piel ni pelo... si ella quedó así, prefiero no saber cómo quedé. Por todas partes se levantan rojos cuerpos, sangrantes, desnudos, desollados, dolientes y malolientes. Si no me doliera hasta el respirar, intentaría ayudar a algunos; lamentablemente no estoy en el grupo de afortunados que no despertaron.
Intento avanzar hacia lo que era el edificio donde vivía, pero ya no tiene sentido: además de ser sólo escombros, me duele todo como para pensar en moverme. Cada vez pierdo más fuerzas, y a los pocos minutos caigo al suelo, pero el golpe no es tan doloroso, caigo en un líquido tibio que amortigua el... Dios... es mi sangre... Creo que el astrónomo que ridiculizaron y tacharon de loco por televisión tenía razón en sus miedos... Sí... definitivamente tenía razón... ahí viene el segundo trozo... el que pesa 20 veces más que el primero...
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