-¿El acusado tiene algo que decir?
-No.
-¿Está seguro?
-No fíjate, la inseguridad al matar a esas veintiocho lacras me tiene acá… claro que estoy seguro, ¿acaso quieres que haga más show todavía?
-Entonces procederemos. Que entre el sacerdote.
-¿Para qué? ¿Para que me hable del dios, del perdón, del paraíso, del alma? Olvídalo y terminemos con esto.
-¿De verdad no te arrepientes de nada?
-A ver, ¿de qué me debería arrepentir, de secuestrarlos, de torturarlos, de matarlos o de sepultarlos? De lo único que me debería arrepentir es de que me capturaron sin haber terminado mi misión, me faltaron dos.
-¡Dios mío, eran veintiocho niños!
-No metas a dios en esto, idiota. Y claro que eran niños.
-¿Y por qué los mataste?
-¿Otra vez? Porque venían a hacer el mal. Si hubieras vivido en Alemania hace cien años y hubieras conocido a Hitler de niño, ¿no lo hubieras muerto?
-Maldito psicópata, esto es distinto. La única manera de saber eso es gracias a la historia, o viajando en el tiempo, y eso es imposible.
-Claro, pero no lo es cien años en el futuro…