Parece que esta noche voy a cambiar un poco. Después de siglos cazando lo que encuentro en las calles de la ciudad, creo que me aventuraré a entrar a la morada de algún humano; ya que tanto les gusta estar encerrados, llegó la hora de invadir lo que ellos consideran como seguridad. Aún recuerdo toda la evolución de las moradas de los humanos, que terminan del mismo modo: sea como sea la forma o el material de sus construcciones, independiente del tamaño y la ubicación, todas los aíslan de la naturaleza. Y allí llevan lo que orgullosamente llaman vida; si me tocara esa vida, probablemente haría todo lo posible por dejarla o terminarla.
El azar me guía a un edificio más bien antiguo, que alguna vez pudo verse bien pero que ahora da sólo asco. Años atrás había más árboles y animales menores en las calles, pero ya poco queda de eso, sólo cemento y más cemento. Sin dificultad salto la reja y subo por las escalas. Nuevamente el azar me dice el cubículo al cual entrar. Para darle algo de suspenso al juego fuerzo la puerta casi sin hacer ruido. El cubículo está oscuro, algunos muebles alineados a las paredes dejan el camino abierto. ¿Ni siquiera son capaces de dejar los muebles de otro modo que no sea ordenados y alineados?
El estrecho y corto pasillo da lugar a otros cuartos cerrados. En uno de ellos se deja ver algo de luz. Mi pobre presa, un macho más bien viejo, no me ha notado. Con sigilo me acerco, la luz sale de uno de esos artilugios que usan para escribir y vivir una vida sin vivirla, lo que me permite apreciar algo de él a sus espaldas antes de matarlo. Su pelo se ve canoso, su espalda curvada, sus delgados y secos dedos teclean incesantemente; sobre la mesa yace un vaso con un líquido que parece dorado por la luz del artilugio, dentro del cual parece haber hielo. De pronto el ruido de escritura se detiene y gira bruscamente hacia mí. Su rostro muestra signos de cansancio, y sus ojos... ¿qué diablos pasa aquí?
“-Llegaste Blood. Ya es hora, no te quiero seguir escribiendo, mátame de una vez y termina con nuestras vidas.”
No entiendo al maldito humano: ¿matarlo y terminar con "nuestras vidas"? Y esos ojos son... creo que no debo estar aquí, creo que ya no tengo hambre, creo que este humano tiene muy poca carne. Raudamente diviso la puerta y huyo por ella, teniendo en claro que lo mío son los humanos en sus calles...
“-Maldición, ni siquiera pude controlar mi creación. Pero no importa Blood, me encargaré de hacerte sufrir tal y como lo hiciste al huir de nuestra muerte...”