Frente al espejo la muchacha miraba sin comprender. Llevaba más de media hora mirando y mirando a ver si su cerebro lograba interpretar la imagen que el espejo reflejaba, pero era imposible para su mente racional entender lo inentendible.
Esa noche de viernes la joven decidió irse de copas con el grupo de amigas de siempre a algún bar de moda: nunca estaba de más alguna conquista entretenida para pasar la noche. Cuando llegaron la muchacha inmediatamente quedó flechada con un hombre que aparentaba ser mayor que ella. Sentado al extremo de la barra a media luz, proyectaba una imagen que atraía por el misterio. La joven se acercó decidida a conquistarlo: se sabía bonita, y sería difícil que alguien de ese bar se le pudiera resistir. En efecto, y sin mayor esfuerzo, llamó la atención del hombre misterioso. A la media hora ambos abandonaron el bar con rumbo conocido.
Cuando llegaron a la habitación del motel que habían elegido, el hombre misterioso la abrazó con fuerza y empezó a jugar al vampiro con ella. La joven no le encontraba mucho sentido a esos juegos, pero por esta vez se dejaría llevar por el hombre misterioso. De pronto, mientras el hombre jugaba con su cuello se quedó dormida.
Algunas horas más tarde, de madrugada, la muchacha despertó sola en la habitación. Sin tener claridad de lo que había pasado se levantó de la cama y entró al baño. En cuanto entró se paró frente al espejo para ver qué marcas le había dejado el misterioso y ya desaparecido hombre: lo único que logró ver fue la pared tras de sí reflejada en el espejo…