El cansancio lo tenía agobiado. El dolor en sus brazos era insoportable, y pese a saber que todo terminaría peor de lo que era imaginable, tenía claro que en cualquier momento se soltaría con tal que el maldito dolor y el cansancio desaparecieran.
El trapecista estaba celoso, pues al espectáculo que protagonizaba había llegado un nuevo artista, más joven y fuerte que él, y que rápidamente lo desplazó de ser quien hacía las piruetas a quien recibía a quien arriesgaba su vida en cada salto. Pero además de desplazarlo de lugar en el show, también lo desplazó en el corazón de su amada. Así, no quedaba más que la venganza como medio para resarcir su alma. Sin que nadie lo notara cubrió de vidrio molido la barra del trapecio y las cuerdas de la malla de seguridad, de ese modo el joven se rompería las manos y caería a la malla, la que terminaría su trabajo.
Todo estaba listo. Luego de terminar de vestirse se acercó a la pista donde fue detenido por el dueño del espectáculo quien le avisó que el trapecista estaba enfermo y que él y su amada harían el show. Nadie pudo entender el egoísmo del viejo trapecista al negarse a ser el atrapador y dejarle el trabajo más pesado a una mujer…