Oficina a oscuras. Sólo la luz del monitor da algo de claridad al entorno. De fondo un taladro suena sin cesar, dando fe de las ansiadas reparaciones. Pensamientos vagos nacen de su mente y se pierden en el monitor. Veinte correos de clientes insatisfechos luchan por llamar su atención en la bandeja de entrada, y otros tantos de cancelaciones de compras. La impresora está encendida, cargada de tinta y papel, con una hoja tamaño carta saliendo de su interior con el mensaje preciso.
Su jefa lo busca. Por su culpa se han perdido varios millones de pesos, que acercan raudamente a la empresa a la bancarrota. Su secretaria lo busca. La noche anterior no apareció en el motel donde se iban a juntar. Su esposa lo busca. La noche anterior no llegó a casa, y esta vez ni siquiera llamó para dar la falsa excusa de la reunión nocturna de emergencia. Tres mujeres convergen frente a la puerta. Sin mirarse entre ellas la abren.
Oficina a oscuras. La luz entra por la puerta parcialmente, bloqueada por los cuerpos de las tres mujeres. Las tres miran el monitor. Las tres miran la impresora. Las tres voltean y lo encuentran. Una mueca de espanto se apodera de sus rostros. Se veía todo distinto desde arriba, pese a lo molesto de la soga apretando su cuello…