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miércoles, agosto 18, 2010

Historia de Sangre: Desafío

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo XXI: Desafío

La primera travesía de Blood sería la más compleja y significativa de todas. Ella demostraría su capacidad de adaptabilidad al mundo externo y condicionaría sus decisiones a futuro. Ya no era sólo saber de todo un poco y de algunas cosas bastante, había llegado el momento de aplicar dicho conocimiento en la vida real. Además, marcaría definitivamente su relación con las nuevas generaciones de habitantes de Slabcastle, su ciudad. Por fin vería si era capaz de convencer a todos que era quien no era, y si le permitirían recobrar su castillo a su regreso. El castillo de la losa… realmente era el mejor nombre para la ciudad. Era una pena que nadie supiera la importancia de dicho nombre en su existencia. Pero todo eso se vería en su momento, su objetivo por ahora era salir, aprender y sobrevivir.

En los dos primeros pueblos que visitó en su periplo no encontró grandes diferencias con el suyo. Gente de diversas condiciones que luchaban por sobrevivir, desempeñando oficios, comiendo, viajando, durmiendo, naciendo y muriendo día a día. Y era este tópico, el de la muerte prematura, el que captaba la principal atención de Blood. Hasta en sus ya viejos libros los conocimientos médicos estaban más avanzados que en dichos pueblos; al parecer las novedades se quedaban en las ciudades y centros de enseñanza, y no bajaban a las personas que los necesitaban para sobrevivir. La estructura era simple, había un hombre docto en conocimientos que miraba de lejos a los enfermos y gracias a los relatos de ellos mismos o sus familiares dictaban rancios diagnósticos de memoria en forma de aforismos, que funcionaban casi como una ley sagrada dictada desde el más allá; dicho aforismo contenía en sus líneas el “tratamiento” a seguir, el cual era una rara mezcla entre vagos conocimientos y mucha magia. Por otro lado había otro individuo sin estudios, que estaba encargado de mantener vivos a los ciudadanos mientras el docto se dignaba aparecer; éste hacía las veces de cirujano, odontólogo y examinador de pacientes según la guía del docto y sólo si él lo solicitaba, para lo cual era guiado a la distancia por un largo bastón en manos del conocedor. Cuando no ejercía estas labores, se dedicaba a la barbería y la peluquería.

Así pues, su primera meta era ayudar a las personas a vivir un poco más y algo mejor. Dado que el docto no estaba disponible para un forastero con rasgos y porte de leñador, cazador o guerrero, debería empezar por los barberos. Ellos, que estaban en contacto continuo con la gente, serían los depositarios de lo que les alcanzara a entregar antes de tener que marcharse. Sus resultados fueron disímiles: en el primer poblado fue desestimado por los barberos y expulsado por los ciudadanos; al parecer su leyenda era conocida en esa zona pese a que nunca había cazado por allí. En el segundo poblado la recepción fue mejor, los barberos empezaron a escucharlo y a aplicar lo que él les enseñó con bastantes buenos resultados. El problema era que los médicos empezaron a cuestionar su accionar, basados en que no respetaba los aforismos clásicos, y movidos por la notoria merma en sus ganancias. Al parecer ahí estaba la raíz del problema, en la formación del docto. Por ende, si quería generar cambios a largo plazo, debía buscar donde ellos se formaban.

Si bien es cierto el objetivo de su accionar ya estaba planteado, faltaba definir el cómo. Si llegaba a las escuelas donde se impartía el conocimiento diciendo “eh, aquí vengo a traerles la verdad que anula todo lo que ustedes saben”, lo más seguro es que no recibiría exactamente una bienvenida. Debía empezar de a poco, sembrando una pequeña semilla que diera grandes frutos en no mucho tiempo; desde su punto de vista los barberos seguían siendo el terreno preciso para sembrar esa semilla. En la tercera ciudad que visitó encontró lo que estaba buscando. Era una ciudad bastante grande, a orillas del mar, con un puerto no menos conocido ni influyente que el de ciudades cercanas a la capital del reino; esto hacía que tuviera un gran flujo de personas de distintas partes del mundo, con distintas costumbres y necesidades. Por la gran extensión de la ciudad, tenía a su haber varios médicos y barberos; todos eran relativamente jóvenes, y por la gran cantidad de gente que debían ver no se generaban competencias por enfermos, sino más bien existía un marcado déficit. De a poco Blood se hizo amigo de uno de los barberos, al cual comenzó a entregar sus secretos; cuando éste vio que todos daban resultados, y que la gente empezaba a llamarlo a él con más frecuencia que al resto, decidió hablar con los otros barberos de la región para compartir con ellos dichos trucos. En un mes, el primer aprendiz presionado por sus pares habló con Blood para ver la posibilidad de que les enseñara de modo más formal sus conocimientos. Así, empezó a dictar clases de la incipiente medicina en una de las barberías y en alguna de las plazas cuando el clima lo permitía. De noche…

A los pocos meses los médicos notaron el extraño cambio en la salud de la población y se contactaron con los barberos para interrogarlos acerca de las extrañas técnicas que estaban aplicando. En un principio responsabilizaron de todo a los extranjeros que venían en los barcos que atracaban día tras día en su puerto, y que traían novedades de ultramar. Pero a poco andar uno de ellos no pudo guardar el secreto y terminó revelando la verdad.

Blood llegó a la barbería, la cual ya se encontraba cerrada a esa hora y dispuesta para iniciar las clases correspondientes. Al entrar, se encontró con tres hombres vestidos con largas togas negras y tres soldados armados. La sorpresa fue mutua: los médicos y los soldados esperaban ver entrar a un viejo y enclenque hombre con anteojos y larga barba, y en vez de ello apareció un gigante que parecía cualquier cosa menos un erudito.
-¡¡Dios mío!!-exclamaron a coro.
-Buenas tardes señores… doctores, oficiales…
-…ehhh… ¿usted es el… Doctor Blood?
-Sí, podría decirse que sí- al escuchar su modo de hablar los soldados y los médicos por fin pudieron respirar.
-Doctor, queríamos conocerlo-su interlocutor era el más viejo de los jóvenes médicos.-Los barberos nos cuentan que usted los ha estado instruyendo en… una nueva forma del arte médico…
-Doctor, mi intención no ha sido importunar a nadie, sólo entregar mis conocimientos de la ciencia médica a sus barberos. Estos hombres son bastante inteligentes, aprenden con facilidad, y aplican lo que aprenden en las personas de manera bastante estricta. Si lo que estoy haciendo está mal, díganmelo por favor.
-Doctor Blood-interrumpió el oficial-, no puede ejercer sin licencia en esta ciudad.
-Lo imagino oficial, es por eso que no he ejercido, sino sólo educado a su gente en esta ciencia.
-Doctor, no sé de dónde venga usted, y sinceramente creo en sus buenas intenciones, pero es complicado intentar enseñar una medicina fuera de los cánones clásicos.
-Puede ser, pero dichos cánones clásicos están pasados de moda. Sé que vuestra principal preocupación es la salud de la gente que vive y pasa por su ciudad, y es por eso que les ofrezco esta oportunidad. La medicina que hacen es mala, miran al paciente de lejos, no tocan, no se preocupan más que de cuál aforismo recitar según la ocasión. Eso puede ser muy efectista, pero ya no tan efectivo.
-¿Y se supone que toquemos a los pacientes, como un vil barbero?
-¿Qué pensaron cuando me vieron llegar?
-… que un gigante de circo se había escapado y entrado a la barbería-espetó uno de los soldados.
-Y luego de escucharme, ¿sigo siendo el gigante de circo?
-….
-¿Cómo entonces pueden calificar de viles a los barberos? ¿Acaso a los médicos los afeitan los condes o los duques?-un amago de risa se ahogó en la barbería.
-Por supuesto que no-contestó el aludido- pero eso…
-¿Y cuando el barbero te afeita no te toca la cara?-las facciones de Blood cambiaban lentamente de simpatía a apatía.
-Claro que sí, pero…
-¿Y cuando te acuestas con prostitutas no las tocas enteras?
-… no es lo mismo, es decir…
-¿Y por qué quienes te llaman entonces, no merecen que los toques para conocer mejor su sufrimiento?
-Doctor-interrumpió el oficial-, no soy quien para cuestionar sus argumentos, pero nuestros médicos estudiaron en afamadas universidades y tienen el respaldo de esas instituciones para sus conocimientos.
-Oficial, entiendo y respeto eso. Lo que yo estoy haciendo es cambiar por completo la forma, y modernizar un poco el fondo.
-Sus cambios a la forma son radicales, doctor-respondió el médico que había iniciado el diálogo.-Y más encima usted enseña exclusivamente a barberos. Disculpe pero ellos no tienen argumentos para rebatir sus eventuales errores.-La cara de Blood cambió nuevamente a empatía.
-Buen punto el que ha tocado doctor. Pero está en un error, yo no enseño sólo a barberos, enseño a quien quiera aprender. Si para usted no es una ofensa, no tengo ningún problema en compartir mis conocimientos con todos ustedes.

Un murmullo llenó la habitación al escuchar esas últimas palabras. Antes que afloraran reacciones y sentimientos ofensivos y dañinos, el médico que guiaba la conversación respondió:
-Bien Doctor Blood, me parece una excelente idea. Yo seré su primer “alumno”…
-Colega… yo no le enseñaré a usted, nosotros compartiremos conocimientos y ambos saldremos sabiendo más, se lo aseguro.
-Pues bien, está todo zanjado-comentó el oficial-, nuestra presencia aquí ya no es necesaria. Ustedes preocúpense de sus conocimientos, que nosotros partiremos mañana al alba al pueblo vecino. Ha habido una serie de desapariciones y nos pidieron ayuda para capturar a quien sea que esté metido en esto. Doctor Blood, trate de no salir de noche, no queremos que haya víctimas en nuestra ciudad.
-No se preocupe oficial, no es tan fácil raptarme… por mi peso y por mi estatura…
-Claro, claro. Buenas noches a todos.

Blood había logrado lo que quería. Sabía que el médico se había ofrecido de “alumno” para intentar desenmascararlo si es que era un impostor, pero no tendría problemas en demostrar lo contrario. El gran ganador en dicha conversación había sido él. Estuvo a punto de ponerse agresivo con el médico que intentó ofender a los barberos, pero supo controlar la situación. Además, una nueva palabra se había sumado a su léxico, una que había escuchado y leído un par de veces, y que probablemente se transformaría en una nueva meta en su vida: universidad…